La responsabilidad de ser “diferentes”

Por Mauricio Sosa Lievano

“Creo que la política no es solo un noble oficio. Hay que pensar un poco más: un sagrado oficio. Porque, ¿qué hay superior a la felicidad de un pueblo? ¿A que la gente se sienta realizada como comunidad? ¿Qué puedes hacer superior a eso? Nada. Es el último fin y eso es el fin absoluto.” —Enrique Dussel Ambrosini

El próximo 5 de noviembre se cumplirán dos años de la partida de uno de los pensadores críticos de izquierda más relevantes de nuestra época, el doctor Enrique Dussel Ambrosini. Fue pilar fundamental en la construcción programática de lo que hoy conocemos como la Cuarta Transformación; brújula ética e histórica del rumbo de Morena; maestro de cientos de cuadros políticos que apostaron por hacer política en México desde otra lógica.

En el segundo aniversario del triunfo del presidente Andrés Manuel López Obrador, desde su encargo como secretario de Educación, Formación y Capacitación Política del CEN de Morena, Dussel plantó una premisa que hoy cobra más sentido que nunca: “Para un país distinto necesitamos una nueva generación de políticos bien formados, estudiados. Eso se hace día a día, siendo fiel a los principios”. Y es justamente esa fidelidad la que hoy interpela a quienes alguna vez ayudamos a levantar este Movimiento desde abajo.

No se trata aquí de hacer un balance de aciertos o pendientes. El propósito es mirar desde el sentimiento genuino de millones de personas que depositaron su confianza y en no pocos casos, su vida por defender un proyecto alternativo de nación que devolviera la dignidad arrebatada por malos gobiernos.

El Morena que anhelamos es ese que se fundó desde la movilización solidaria frente al desafuero; el que, con cooperaciones voluntarias, resistió a quienes representaban a la mafia del poder y al neoliberalismo que dejó a México sumido en una espiral de decadencia. Ese Morena que tuvo un solo horizonte, transformar la vida pública del país para ampliar derechos, priorizando a quienes menos tienen. Porque entendimos que, para lograr cualquier cambio profundo, había que atender primero a los pobres. Hoy, en pleno 2025, los resultados en la reducción de la pobreza multidimensional reportados por el INEGI confirman que ese camino era el correcto.

Morena fue, y debe seguir siendo, la oportunidad histórica de demostrar que ser diferente es una responsabilidad con el pueblo. Quien dedica su vida al oficio de la política debe entender que el poder se ejerce con humildad y se gobierna obedeciendo. Las periferias son nuestro territorio; no los espacios de confort. Una transformación como esta se trabaja todos los días y se sostiene con vocación de vida. Nos mueve tender la mano al que se va quedando atrás, nunca la aspiración vacía que ofrece el capital.

Lo más valioso de este Movimiento es su base, una ciudadanía consciente y una militancia activa que deben ser escuchadas. La juventud resguarda lo que se ha construido y la vieja guardia aporta su experiencia; juntas mantienen el rumbo hacia la justicia social para quienes han sido históricamente silenciados.

Sin embargo, esa enorme fuerza moral parece enfrentarse a nuevas formas de desgaste. Lo que me tocó ver nacer, hoy enfrenta una campaña de desprestigio que, irónicamente, ya no proviene del poder fáctico, sino de las acciones o la omisión de algunos que representan al propio Movimiento. Por eso, precisamente ahora, vale la pena reflexionar para no perder eso que nos hacía profundamente diferentes.

La conformación de 71,500 comités seccionales en todo el país representa una red viva de movilización popular para defender y promover el proyecto de la Cuarta Transformación. Es la oportunidad perfecta para devolverle la voz a lo más importante que tiene Morena, su militancia. Ahí radicará el éxito de esta campaña, permitir la participación real y efectiva de quienes sostienen los cambios profundos. Si esta acción se desvirtúa, devendrá únicamente en plataforma de promoción personal de los llamados mentores y no en mecanismo para incorporar las mejores ideas de la ciudadanía.

La coyuntura está puesta. Bajo el liderazgo de Luisa María Alcalde como presidenta, el Movimiento da señales de querer recuperar la esencia que movilizó a millones de mexicanas y mexicanos durante años. Será necesario actuar con congruencia, responsabilidad y compromiso; poner el ejemplo, como nos lo enseñó quien lo fundó, a partir de la modestia, humildad y sencillez que definieron a Andrés Manuel López Obrador. Cambiar las formas o el rumbo podría significar perder la confianza del pueblo, lo que sería un retroceso imperdonable para el desarrollo del país.

No nos cansemos de construir lo que un día soñamos. Busquemos en las periferias esa convicción fundadora que jamás debimos soltar, porque el propósito de una transformación verdadera es más grande que cualquier interés personal, y solo podremos detenernos cuando no exista una mexicana o un mexicano que sufra de hambre o humillación en su propia tierra. Quizá así, y solo así, podríamos honrar de verdad la enseñanza del doctor Dussel.

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