Después de una pandemia, el tema de la provisión de servicios de salud de calidad y oportunos no debiera ser un asunto secundario para los gobiernos en el planeta. Al contrario, un evento disruptivo como la COVID-19, que puso en jaque a la sociedad global, debe impulsar la inversión constante y creciente en este sector para que todas las personas hagan efectivo este derecho.
Entre el 15 y el 17 de octubre pasados se celebró la Cumbre Mundial de la Salud en Berlín, Alemania. Ocurrió en medio de dos guerras: la invasión de la Federación Rusa a Ucrania y la respuesta de Israel al grupo terrorista Hamás. Son momentos de crisis en donde, precisamente, la provisión de servicios médicos es urgente en las zonas en conflicto.
Los suministros sanitarios en aquellos territorios no son suficientes, y no lo serán sino hasta que las partes declaren un cese al fuego absoluto y se restablezca la paz. Eso, por ahora, se ve lejano, pues ningún bando desea ceder aún cuando la guerra no traiga ganadores, sino destrucción y desolación para los involucrados.
Este es el escenario de la Cumbre que buscó renovar el compromiso para una cobertura sanitaria global. Las condiciones imperantes de recelo, suspicacia y sospecha entre países, como de competencia económica, dificultan que se concrete aquel, a pesar de que es claro que la salud, en tanto derecho humano, es un elemento importante para la seguridad y la paz internacional.
Las desigualdades y exclusiones en tiempos actuales se mantienen. Casi un tercio de la población mundial no tiene acceso a los servicios básicos de salud y cerca de 2,000,000,000 de personas pierde todo (gastos catastróficos) por las enfermedades o condiciones de salud a las que se enfrenta. No son temas menores. La salud debe encontrarse dentro de la agenda de prioridades de los gobiernos, puesto que a ellos les resulta caro –muy caro– también y el costo no sólo es económico, sino político y social. Malas condiciones en los servicios de salud pueden generar problemas de ingobernabilidad.
Las enfermedades del futuro inmediato van a estar relacionadas con los cambios en el medio ambiente y la resistencia bacteriana a los antimicrobianos. El panorama al respecto no es halagüeño, pero algo hay que hacer con urgencia de forma multilateral.
La Cumbre fue el foro para la discusión global, pero las acciones necesariamente son locales. Ahí es en donde se debe poner atención. La salud de las personas pasa por el ámbito más pequeño, el comunitario, en el cual, todavía, perdura la confianza y ese es un bien que hay que aprovechar y potenciar.