En la universidad pública más grande de México se ha iniciado el proceso de designación de la persona que ocupará la Rectoría durante el cuatrienio 2023-2027. Esta sucesión ocurre a la par de las competencias internas entre los bloques partidistas de oposición y oficialista para nombrar candidata o candidato presidencial, por lo que unos y otros querrán tener injerencia en este importante proceso.
A diferencia de lo que ocurre en las elecciones para cargos públicos en México, la máxima autoridad unipersonal de la Universidad Nacional Autónoma de México no se decide por votación abierta de toda su comunidad ni por la de quienes integran el Consejo Universitario, lo que no le resta legitimidad ni puede decirse que sea una práctica antidemocrática. Al contrario, la Junta de Gobierno, órgano encargado, entre otras cosas, de conducir este proceso desde su inicio hasta que se dé a conocer el nombre de la persona que será titular de la Rectoría, está integrado por 15 personas (ocho mujeres y siete hombres) nombradas por el referido Consejo, por lo que es un proceso democráticamente indirecto y ha dado buenos resultados en la historia de la Universidad: gobernabilidad y autonomía. Aspectos que, junto con la gobernanza, no deben de ponerse en riesgos ni muchos menos perderse.
En los meses siguientes, la Junta de Gobierno auscultará a la comunidad y recibirá las manifestaciones de adhesión a las personas interesadas en trabajar en el despacho que antes ocuparon insignes mexicanos como José Vasconcelos, Ignacio Chávez o Pablo González Casanova.
Al momento, el número de personas que se encuentran en la lista (construida por los medios de comunicación) de aspirantes es de ocho: dos mujeres y seis hombres. Todos ellos ocupan cargos de responsabilidad en la administración central o en alguna facultad. Por supuesto, este número se modificará conforme la Junta de Gobierno recabe las opiniones de estudiantes, trabajadores, egresados y personal académico, y se conozca el mismo parecer de los aspirantes.
Este, como se ha dicho, no es un proceso electoral abierto, aunque sí se hace política, por lo que se espera que quienes aspiren a recibir la venera que los identifique como rector o rectora actúen con prudencia y honorabilidad, evitando actos fuera de lugar. Los mítines, los acarreos, las cargadas y los golpes bajos no forman parte de la conducta universitaria, y si ocurren pesarán (para mal) en las deliberaciones que realicen los 15.
Hay que recordar que lo que se considera no es la popularidad de las personas ni el ruido de sus declaraciones sino la razón de la Universidad y eso no se mide con firmas ni con porras.
La sucesión de la Rectoría, como las que ocurren en las facultades e institutos y en los órganos de gobierno colegiados (consejos universitario, técnicos e internos) corresponden exclusivamente a las y los universitarios. Otras personas querrán intervenir, pero la autonomía es la bandera de la UNAM. Hay que defenderla.