La tragedia del modelo mexicano

Desde antes de la firma del TLCAN, México vio en la inversión extranjera una vía rápida al desarrollo; y a las empresas que vinieron al país les ofrece todo: desde terrenos a bajo costo o gratis, beneficios fiscales, infraestructura, recursos naturales hasta, claro, mano de obra calificada o muy barata

Portavoz / Agencias

[dropcap]E[/dropcap]l Presidente global de Electrolux tuvo que voltear a ver la hoja que tenía sobre el podio para continuar con la frase:
«Este es un gran día para Electrolux, y es también un gran día para… [pausa] Ciudad Juárez».
Era 30 de junio de 2005 en esa frontera del estado de Chihuahua, durante la inauguración de la planta de la multinacional sueca. Con sus tres mil nuevos empleos, se esperaba que ayudara en la recuperación de una ciudad que, luego de que la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio aumentara la competencia global por las inversiones, había perdido unas cien mil posiciones de trabajo.
Jaime Bermúdez Cuarón, exalcalde y uno de los «padres fundadores» de la maquiladora, estaba en la inauguración de la nueva planta, ubicada al suroriente de la mancha urbana, sobre un predio donado por el Gobierno el Estado y en medio de miles de hectáreas pertenecientes a su familia.
«La maquiladora les da de comer», dijo el empresario cuando se le preguntó si observaba una relación entre las empresas y la violencia.
El modelo de la industria maquiladora encontró en el neoliberalismo el sitio para esparcirse aunque, al mismo tiempo, el modelo de libre comercio entró a debate en diversas partes del mundo industrializado. En Estados Unidos, principal socio comercial de México y destino del 80 por ciento de las exportaciones del país, las pasadas campañas electorales colocaron en el centro de sus críticas los efectos del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).
En México, cuya economía depende de la norteamericana, la política económica, antes en poder del Estado, empezó a ser abierta al capital privado desde los años 80, sobre todo a partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, que a partir de 1988 privatizó más de mil empresas estatales. Una de ellas fue Teléfonos de México (Telmex), vendida –según un cable diplomático develado por Wikileaks– en condiciones «favorables» a Carlos Slim Helú, quien 20 años después figuró en la lista de los hombres más ricos del mundo.
Otra medida, pactada entre el Gobierno de Salinas y el del expresidente Bill Clinton –esposo de la precandidata demócrata Hillary Clinton–, fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que a partir de 1994 le permitió a las corporaciones norteamericanas movilizar sus inversiones de un país a otro.
Y, más recientemente, en 2013, el Congreso aprobó la propuesta del Presidente priista Enrique Peña Nieto para abrir al capital privado todos los procesos de la industria energética, en poder del Estado desde 1938.
Pero estas décadas de apertura económica, muestra una investigación publicada en 2014 por Escobar Toledo, han tenido como efecto una marcada caída de los salarios y en la profundización de la desigualdad.

El desmantelamiento

El académico Alberto Arroyo Picard, autor de diversos análisis sobre la apertura económica de México, explica que, antes de los años 80, el contenido mexicano en los productos que se exportaban era de alrededor del 80 por ciento. Pero ahora, dijo, es de alrededor de un 30 por ciento.
El motivo: las empresas trasnacionales no están obligadas a consumir con proveedores mexicanos.
El supuesto del Gobierno mexicano era que la pequeña y mediana empresas se iban a encadenar a las cadenas productivas internacionales, y que iban a ser proveedores de grandes empresas, dijo.
«Pero las empresas no los buscan, y no hay nada que los obligue a buscarlas. Eso te explica por qué se fueron desconectando», explicó.

La mano de obra barata… y legal

En este contexto, el desequilibrio en la industria maquiladora sí tendrá en los miles de trabajadores sus principales víctimas, aunque durante años, éstos hayan denunciado en diferentes ocasiones constantes abusos por parte de los patrones, aunque curiosamente, todos dentro del marco de la ley.
Puso el ejemplo de Honda, que tiene presencia en México desde hace 32 años. Se le ofreció no solo la mano de obra, también terreno, predial, luz, agua y carreteras cercanas o que llevan a la planta.
Considera que el premio es la mano de obra que está altamente capacitada y bien evaluados, «competimos con otros países en los que fabrican el mismo modelo. Por ejemplo en Honda fabricamos el Accord al igual que Estados Unidos y Canadá, allá robotizado y nosotros alcanzamos a conseguir mejor calidad que eso. La mano de obra mexicana está muy bien calificada y por eso escogen México porque saben la calidad que hay en los trabajadores».
Entonces, continuó, el problema es de leyes: «son cosas que se preparan con tiempo. La Reforma Laboral dejó sin derechos a los trabajadores, ya la gran parte son subcontratados».

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