La universidad necesaria en el siglo XXI / Sandra de los Santos

Después del conflicto de la Universidad Autónoma de México (UNAM) que tuvo parada a la institución durante 295 días, Pablo González Casanova escribió un libro llamado «La universidad necesaria en el siglo XXI», que reúne una serie de ensayos sobre los cambios que se esperan en la universidad a partir de este movimiento.

El autor hace una crítica sobre la llamada «universidad de masas» y aborda la pertinencia de crear proyectos alternativos que respondan a las necesidades actuales del país, pero estamos hablando del 2001.

Han pasado 20 años desde que fue escrito ese libro, que traigo a cuenta porque habla de lo que sucede en una institución después de un movimiento estudiantil y también de la construcción de instituciones educativas del nivel superior que respondan a las necesidades actuales.

Aunque en ese libro se enfoca, concretamente, a la necesidad de romper con la política neoliberal de las universidades (porque ese era el tema hace 20 años). Ahora, el principal punto de discusión tiene que ver con los espacios libres de violencia de género y la interculturalidad.

La UNAM vivió en noviembre del 2019 la toma de diferentes facultades por parte de estudiantes que demandaba acciones para prevenir, detener y castigar la violencia de género al interior de la máxima casa de estudios de México. El movimiento se pudo extender por mucho más tiempo, pero se atravesó la pandemia y en abril del 2020, después de 163 días de paro se entregaron las instalaciones.

En Chiapas, en plena pandemia las estudiantes organizadas en la Red de Colectivas Feministas Universitarias de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), iniciaron un paro de labores el 02 de febrero y semanas después se inició un plantón en la universidad. Las demandas son muy parecidas que las alumnas de la UNAM.

El caso de Mariana Sánchez Dávalos, pasante de la escuela de medicina de la Unach fue lo que hizo que las estudiantes decidieran irse a paro, así como el cúmulo de denuncias que no han sido atendidas y la falta de acciones para prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género en las facultades.

El sábado 13 de marzo, después de más de un mes de paro, y en una reunión de 10 horas, el rector decidió firmar el pliego petitorio de las estudiantes e iniciar mesas de trabajo para ir desahogando sus peticiones.

El movimiento de las colectivas feministas estudiantiles será un hito en la vida de la universidad. La oportunidad de una transformación real y con las estudiantes sentadas en la mesa en donde se toman las decisiones sobre las políticas que se deben de implementar para su seguridad.

No se puede ni debe tomar decisiones sin considerar a las estudiantes, quienes además han mostrado gran interés y propuestas para cambiar a la universidad en una más incluyente, participativa, con pertinencia social y cultural.

Las políticas públicas no funcionan cuando no se escucha a la ciudadanía, que es directamente beneficiada o perjudicada con ellas; y cuando no existe el seguimiento, evaluación y fiscalización de esas acciones por parte de esa misma ciudadanía.

Si a nivel micro (la universidad) se logra implementar se estará formando a ciudadanía más participativa, llevando a la práctica lo que se ha puesto en papel, pero no se logra concretar.

El ejercicio que se pretende hacer en la Unach, que sin el movimiento estudiantil no hubiera sido posible porque pusieron el tema en la agenda, debe de ser replicado en las otras instituciones educativas de los diferentes niveles de educativos, sin necesidad de un paro o un plantón de las y los estudiantes o que haya casos tan lamentables como el de Mariana.

La Unach, si hace las cosas bien y sin sacar de la mesa de conversación a las partes interesadas, puede ser una buena punta de lanza para la transformación de los espacios educativos y no solo en Chiapas. Este es el camino de la trascendencia, el lograr una universidad necesaria en el siglo XXI.

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