La versin 2.0 oriental del Libro Semanal

En este texto les cuento acerca de las aplicaciones de lectura «ligera» que se están popularizando

Sandra de los Santos / Aquínoticias

Es posible que al terminar de leer este texto quede con la impresión que soy una masoquista  sin remedio o que soy capaz de engancharme con cualquier cosa. No lo voy a desmentir, es probable que su apreciación sea correcta.

Estoy en diferentes grupos de lectura en línea y descargo de manera habitual libros así que Mark Zuckemberg, que todo lo que ve, supo que era una clienta potencial de las nuevas aplicaciones en línea de lectura y me los ofrecía a cada rato tanto en Facebook como en Instagram. Hay diferentes tipos de aplicaciones y en más de una ocasión las he utilizado, pero esta vez me estaba invadiendo la publicidad de aplicaciones de lecturas orientales.

En un par de ocasiones me enganché con alguna, pero cuando veía que se tenía que pagar las dejaba hasta donde la versión gratuita me lo permitía. Las lecturas de estas aplicaciones son en extremo ligeras (una linda forma de describirlas), con muy malas traducciones, y con tramas tipo «el libro Semanal» (díganme que ustedes también recuerdan estas revistas). La diferencia es que las y los protagonistas son de China o Corea, y son CEO (ese término utilizan) de una gran empresa.

La semana pasada fue, particularmente, difícil para mí (o es posible que eso me diga para justificar que me enganché con un libro de estos), así que andaba buscando conscientemente evadirme con algo, y «vualá» me encontré con este ¿libro? Llamado «Me pones caliente». Ya sé, ya sé, el solo título debió de bastarme para detenerme, pero no, como dijera el poema «lento, muy lento, como un ciego, me fuiste llevando de la mano».

Fue muy fácil descargar la aplicación y de forma gratuita me desbloqueaba varios capítulos, además, que el formato era muy parecido a un lector electrónico así que me seguí de largo. El trama estaba cargado de lugares comunes, altamente predecible, y con una enorme carga sexista disfrazada de amor romántico.

Cada capítulo del libro es muy corto y narrativamente no tienen una justificación de cómo se hace está división; pero el asunto es que para ir desbloqueando cada uno de ellos hay que ir pagando. Llegué al apartado 45 cuando me aparece el letrerito que para seguir leyendo los 20 capítulos siguientes tenía que comprar monedas. Revisé cuánto era y me salía 45 pesos. «Está bien igual y me ayuda a conciliar el sueño» pensé y seguí con mi lectura.

Debo de confesar que tengo una gran fascinación insana por las y los autores con los que no coincido ideológicamente, y podría decirse que soy todo terreno en la lectura (sigo justificando lo que hice).

Los 20 capítulos desbloqueados se acabaron muy pronto y me apareció otro letrerito diciendo que si quería desbloquear los siguientes 45, pero tenía  que comprar nuevamente monedas, revisé cuánto era «¡¡¿¿195 pesos??!!». Refunfuñé un rato, pero pagué (porfitas, nadie le vaya a contar esto a mi madre).

No crean que soy de las lectoras que sigue el llamado «canon literario», o que tengo prejuicios muy marcados en cuanto a la literatura. Pero, hasta para mí lo que hice fue un exceso.

Para que se den una idea cuando estaba entre la primaria y la secundaria leí sin problemas todos los libros de Carlos Cuahtémoc Sánchez y no me arrepiento de ello, me dijeron algo en su momento. También por esos años leía a Juan Rulfo, Elena Poniatowska, Nicolás Guillén, Bruno Traven,  y descubrí los cuentos de Las Mil y una Noches, que me siguen maravillando. Pero en la casa había revistas del «Libro Semanal», «Sensacional de Chafiretes» y «Libro Vaquero» que igual leía sin problemas solo escondiéndome de mis papás, que no veían bien que una niña que no cumplía ni los 13 años anduviera leyendo esas cosas. En esta etapa de mi vida, casi pisando el cuarto piso, leo mucha teoría;  aunque los géneros literarios que siempre me han gustado son los cuentos y las minificciones.

Bueno…seguí con mi lectura, que cada vez se volvía más insostenible. No sabía qué me estaba logrando irritar más si la pésima traducción, el machismo extremo disfrazado de amor romántico, los lugares comunes, esas descripciones irreales de los personajes, o la falta de una coherente línea narrativa. Para ese momento, no sé cómo, pero ya había gastado alrededor de 300 pesos en un libro que parecía no tener fin. Se lo terminé confesando a un amigo, que lejos de decirme «detente», me alentó a seguir «si eso te está distrayendo ahorita, qué te preocupa, esas lecturas están hechas para eso, no le busques tanto» me dijo, y así continúe.

No quiero hacer cuentas de cuánto he gastado en ese libro, que capaz y en China fue una telenovela que tardó al aire unos 10 años. Hoy,  que me he decidido confesar esto, también me dispongo a detenerme, ni una hoja más de «Me pones caliente», ni una nueva monedita para desbloquear otro capítulo y  saber si por fin, Ashley se dio cuenta de lo tóxico que es Joseph, y si logró recuperar la firma de su familia. Ya no más Libro Semanal 2.0 versión oriental.

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