Las princesas no eran tontas, las hicieron

Las representaciones simbólicas de lo que pueden hacer o no las niñas explican por qué eligen las profesiones más tradicionales

Portavoz / Agencias

[dropcap]A[/dropcap]somarse al mundo de las niñas explica una de las razones por las que sólo 17 mujeres han ganado el premio Nobel en física, química o medicina desde que Marie Curie lo obtuvo en 1903, comparado con los 572 hombres que han sido premiados en el mismo periodo.
Es que el mundo de las niñas no sólo sigue siendo rosa, sino que es un mundo de princesas y de príncipes que las rescatan y son felices «para siempre».
Un ejemplo es el libro de tercer grado de primaria de Español de la Secretaría de Educación Pública donde aparece la Sonatina de Rubén Darío que habla de una «princesa triste».
«Calla, calla princesa -dice el hada madrina-, en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte y que llega de lejos, vencedor de la muerte, a encenderte los labios con su beso de amor».
Si bien la representación de las niñas y mujeres en los libros de texto ha superado la clásica imagen de «la mamá que lava la ropa» por una mucho más equilibrada de las actividades que realizan las niñas, lo cierto es que son representaciones alejadas a las carreras del futuro: Ciencias, Matemáticas, Tecnología e Ingeniería (STEM por sus siglas en inglés).
Las niñas, además de princesas, son enfermeras, maestras, dependientas en una tienda o cajeras. Incluso cuando se habla de nutrición es una niña la que aparece subida en una báscula, por ende preocupada por su peso; es la niña la que prepara una receta y juega cartas con un grupo de amigas; mientras que los niños son detectives o construyen coches o hacen experimentos.
Las representaciones simbólicas de lo que pueden hacer o no las niñas que prevalecen tanto en el sistema educativo como al interior de las familias, señala la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), explican en buena medida por qué las niñas cuando llega el momento, eligen las profesiones más tradicionales, la mayoría relacionada con las ciencias sociales y la salud, a diferencia de los niños que eligen las carreras STEM en mayor medida.
«La manera como se representa a los hombres y las mujeres en los libros de texto conlleva mensajes implícitos y explícitos hacia las niñas y los niños y sus habilidades en STEM».
«Estos mensajes refuerzan los estereotipos de género y desalientan a las niñas a seguir una carrera STEM, o si lo hacen a menudo retratan a las mujeres con un lenguaje e imágenes en roles de subordinación; por ejemplo, los doctores son hombres y las mujeres son enfermeras», señala el informe. Rompiendo el código: La educación de las niñas y las mujeres en STEM de la UNESCO.
Indica que en el mundo sólo el 28 por ciento de las y los investigadores son mujeres, en el caso de México es el 33 por ciento.
«Esta enorme disparidad no es una casualidad. Muchas niñas frenan sus aspiraciones profesionales por discriminación, sesgos, normas y expectativas sociales que influyen tanto en la calidad de la educación que reciben, como en la carrera que eligen», señala el informe.
Además de los libros de texto, está todo el proceso de socialización al interior de las familias, alentado por la industria del juguete o el entretenimiento.
En el caso de las jugueterías, no hace falta preguntar dónde están los juguetes de las niñas, pues los colores pastel, rosa, lila, azul y amarillo tenue, invariablemente indican que ese es el espacio destinado no sólo a las muñecas que las hay de todos los estilos y tamaños, sino los disfraces de princesas, los juegos de té, las pequeñas cocinas y hornitos.
En una especie de apartado neutro están los pequeños escritorios, sillas y mesas de juego y los juguetes de experimentos que son los llamados juguetes unisex, donde en las cajas aparecen tanto los niños como las niñas; mientras que en los estantes para los niños los colores son fuertes, azul, rojo, negro; y están las cosas para armar, los coches, muñecos de acción que nunca están tristes ni se mueren o paralizan de amor.
Las niñas se inclinan, la mayoría, por la sección «más dulce», la de los colores pastel porque son las princesas. Las mamás y los papás las alientan.
«La evidencia demuestra que la autoeficacia y las actitudes de las niñas para elegir una profesión STEM están fuertemente influenciadas por su familia inmediata, el medio social, especialmente de los padres, pero también el contexto.
«Las propias creencias, actitudes y expectativas de los padres influenciados por los estereotipos de género, dan un tratamiento diferenciado entre niñas y niños en el cuidado y experiencias de aprendizaje», señala el informe.

Lo paradójico es que las princesas no eran tontas

En sexto de primaria las niñas tienen mejor despeño en matemáticas que los niños. En la prueba Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes del 2015, el 21.4 por ciento de las niñas se ubicó en los niveles más altos de desempeño, en contraste con el 19.9 por ciento de los niños.
Pero conforme crecen y se hacen más «princesas», este desempeño comienza a bajar, ya para tercero de secundaria, sólo el 9.5 por ciento de las niñas se ubica en los niveles más altos de desempeño en matemáticas, en contraste con el 11.8 por ciento de los niños; y al concluir el bachillerato es del 17.7 por ciento, en contraste con el 24.2 por ciento de los hombres.
Si bien la UNESCO reconoce que hay diferencias en el desempeño escolar entre hombres y mujeres por país, señala que hay una tendencia a nivel global, las niñas tienen mejores desempeños en español que en matemáticas en las pruebas internacionales como el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos al concluir la secundaria o iniciar el bachillerato, tendencia que no se registraba en las pruebas Internacionales que se aplica en la primaria donde no hay diferencias de género en el desempeño de matemáticas y ciencias.
Otra paradoja que refuerza la idea original de que las princesas no eran tontas es el hecho de que hay más mujeres en la escuela que hombres, tanto en números absolutos como relativos.
En secundaria son el 82.3 por ciento de los estudiantes, frente al 79.4 por ciento de los hombres y en bachillerato pasa lo mismo, son el 69.1 por ciento frente al 65.1 por ciento; también desertan menos, 3.3 por ciento frente al cinco por ciento de los hombres en secundaria y 13.5 por ciento frente al 17 por ciento de los varones en bachillerato, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.
El año clave para revertir esta tendencia que identifica la UNESCO es segundo de secundaria, para el que recomienda promover experiencias entre las niñas para estimular el interés e interacción con los campos STEM, por ejemplo, sensibilizarlas sobre las posibilidades de empleo de STEM y las perspectivas.
«La sub-representación de las niñas en la educación STEM está profundamente arraigada y pone un freno a los avances hacia el desarrollo sostenible», expresa.
La ciencia, la tecnología y la innovación, refiere, son claves para el desarrollo sostenible para enfrentar el cambio climático, la seguridad alimentaria, el mejoramiento de la salud, el manejo de los recursos naturales, proteger la biodiversidad.
Indica que las niñas y las mujeres deben ser jugadoras clave en el desarrollo sostenible, por ello los gobiernos están llamados a invertir en ellas y su talento, a transformarlas en la nueva generación de profesionales STEM.
Para la UNESCO, invertir en el talento de las niñas requiere de acciones focalizadas en los obstáculos que las alejan de estas profesiones, estimular su interés desde la infancia, capacitar a los docentes y ponerlas frente modelos a seguir para alentar su interés; en México se podría empezar con los libros de texto y las jugueterías.

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