Estas pequeñas criaturas, que han habitado la Tierra desde antes de los dinosaurios, se enfrentan hoy a un enemigo más letal que cualquier depredador natural: la humanidad. En su día, un llamado a su conservación
Aquínoticias Staff
Cada 20 de marzo, el mundo se detiene –aunque sea por un instante– para reconocer a uno de los grupos de animales más fascinantes y, paradójicamente, más amenazados del planeta: las ranas. Estas pequeñas criaturas, que han habitado la Tierra desde antes de los dinosaurios, se enfrentan hoy a un enemigo más letal que cualquier depredador natural: la humanidad.
Las ranas no solo son un símbolo de transformación y equilibrio ecológico, sino que también actúan como bioindicadores: su presencia –o ausencia– revela el estado de salud de los ecosistemas. Sin embargo, la contaminación, la destrucción de su hábitat y el cambio climático han llevado a muchas especies al borde de la extinción. En Chiapas, por ejemplo, el ajolote de montaña y la rana arborícola de ojos verdes luchan contra la pérdida de sus hogares en los bosques nubosos.
El Día Mundial de la Rana no es solo una fecha en el calendario; es un llamado urgente a la conservación. Desde iniciativas de reforestación hasta programas de rescate en zoológicos y universidades, la protección de estos anfibios depende del esfuerzo conjunto de científicos, gobiernos y la sociedad. Quizás no todos los días pensemos en ellas, pero sin ranas, el equilibrio de la naturaleza –y de nuestra propia existencia– pende de un hilo más frágil de lo que imaginamos.