Como no había ocurrido en otros sexenios, la discusión sobre las cifras gubernamentales en cualquier materia está a la orden del día. Las objeciones o cuestionamientos de una parte de la prensa y de la sociedad hacia estas reflejan una toma de posición. El Presidente, por su parte, también expresa su incomodidad sobre información que aparece en los medios de comunicación y alega la existencia de “otros datos”. Estos datos, los suyos, y los de otros actores reflejan visiones confrontadas que poco ayudan a entender los problemas del país.
Estas lecturas, que pueden ser llamadas planas o simples, provenientes de un lado y otro, que quieren ver éxitos arrolladores o fracasos históricos, demuestran la necesidad de imponer una narrativa que genere adhesiones para su causa, pero los problemas y fenómenos son más complejos que los que quieren mostrar.
Ejemplo de esto son los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2022 (ENIGH-2022) publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía el pasado 26 de julio. Desde ese día, quienes apoyan al actual gobierno y quienes tienen animadversión han leído de distintas maneras los mismos datos. Poco se enriquece el debate público al ver todo de un solo color.
Las cifras muestran algo es alentador: hay cinco millones menos de personas en situación de pobreza. Lo anterior se debe a factores interrelacionados como el incremento del salario mínimo (aunque diferenciado en estados fronterizos y no fronterizos), la reforma al outsourcing (cuyos efectos no se reflejan por completo) y las transferencias monetarias a grupos en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, hay que poner atención en la progresividad de estos programas ya que disminuyó; es decir, los programas sociales han beneficiado más a los hogares menos pobres, aunque hay más recursos y cobertura, pero falta por hacer: el 34 por ciento de la población recibe apoyos de este tipo, frente a un 66 por ciento que no.
La frase (de campaña) “Primero los pobres” no se cumple porque para 2016 casi el 70 por ciento de los hogares más pobres recibían algún tipo de programa social; para 2022, la cifra llegó a 49 por ciento, mientras que la cobertura en los hogares más ricos pasó de 6 por ciento en 2016 a 20 por ciento en 2020. Esto puede deberse a la propia naturaleza de los programas, su universalidad, y también en el acceso a los registros e inscripciones a los programas.
Algo preocupante que arroja la ENIGH-2022 está en el rubro de acceso a la salud. Más allá del proyecto de construir un sistema de salud “como el de Dinamarca”, la cobertura en esta materia tuvo un retroceso, aspecto que debe ser atendido con urgencia y con hechos haciendo a un lado las declaraciones triunfalistas que nublan la realidad. El INSABI no cuajó y es un pendiente mayúsculo de la actual administración.
El ingreso promedio trimestral de las familias en México es de $67,311.00 ($21,232.00 cada mes). los hombres ganan más ($29,285.00) que las mujeres ($19,081.00). La igualdad en este rubro siendo una aspiración. De esos ingresos, el 37 por ciento se va en productos alimenticios, bebidas y tabaco. Al parecer, no importa qué tantos impuestos les coloquen a los refrescos y a los cigarros, el gasto se sigue haciendo.
¿De dónde obtuvieron sus ingresos las familias? Por su trabajo (65.7 por ciento), transferencias (remesas, programas públicos, etc., 17.2 por ciento), alquiler de la vivienda (11.8 por ciento) y renta de propiedad (5.2 por ciento).
Una revisión de los resultados de la ENIGH-2022 muestran avances y pendientes que casi al final de este gobierno conviene sopesar. Ni todo se ha hecho mal ni todo ha devenido en rotundos éxitos.
Cuáles son los ingresos, qué tanto y cómo se gasta son hechos y ante ellos hay que actuar. A las personas les importa cuánto dinero se tiene en la bolsa y no las horas de discusión para validar o desmentir cifras.