Te contamos la historia de Lionso Trujillo Ramírez, un personaje del ejido turulo 20 de Noviembre que pasó de ser un atractivo sujeto a convertirse en un personaje de «terror». Tan temido como amado
Lucero Natarén / Aquínoticias
Cada lugar tiene su historia y sus personajes, hoy me gustaría contarles el relato de Lionso Trujillo Ramírez, mejor conocido como «Loncho» en el ejido 20 de Noviembre, municipio de Tonalá, Chiapas.
Se dice que «Loncho» nació por allá de los años 40, y según curiosos, era un hombre muy apuesto, quien desde muy joven comenzó a dejar su huella en el mundo.
Su sello era ser el primero en llegar a las festividades de la colonia. Bien vestido y listo para bailar y poner el ambiente. Por azares del destino y por causas desconocidas nunca contrajo matrimonio, no se sabe si es porque nunca encontró la persona adecuada o simplemente él no era para compromisos.
Lo que fue bastante cierta y visible era su coquetería. Se cuenta que las mujeres debían estar muy bien despiertas para no caer en sus galanteos, -más de alguna vez intentó pedir matrimonio-.
Por ejemplo, en una ocasión una joven exclamó en voz alta que se casaría con aquel hombre que trajera los zapatos en la mano, ni tardo ni perezoso nuestro personaje hizo acto de presencia con los pies descalzos, cumpliendo a cabalidad la petición, aunque, muy a su pesar, lo único que consiguió fue sacarle una carcajada a la bella doncella.
Quienes lo conocieron desde muy joven, cuentan que era un hombre trabajador, y siempre procuraba cobrar precios justos por su labor, tales como limpiar sitios, construir galeritas de palma, cortar madera, acarrear leña, cortar cocos, en fin, trabajaba «de lo que lo buscarán», y sobre todo, cada año hacia su milpa, pero como toda historia, su vida dio un cambio de rumbo.
Pese a ser una persona agraciada y trabajadora, su «maldición» desde muy joven fue entregarse a las garras del alcohol –esta sería una probable razón por la que ninguna mujer lo tomó enserio para el amor-.
Los años pasaron y con ello vino la adultez. Poco a poco fue siendo reconocido por un «pintoresco» comportamiento. Cada Semana Santa gustaba de caminar por la carretera rumbo a Puerto Arista, con machete en mano, su morral tejido y un tanto alcoholizado, -siempre acompañado de un perro-.
Hablando de su fiel compañero, en una ocasión de tan alcoholizado que venía, «Loncho» cayó en la calle. Un conocido suyo intentó auxiliarle, sin embargo, ladridos y mordidas fue lo único que recibió como respuesta. Tuvieron que dejarlo ahí, hasta que se levantó por su propio pie. -Así de fuerte era la relación con su mascota-.
Cuentan que se atravesaba en la carretera deteniendo el tráfico raspando su machete contra el asfalto, e incluso algunas veces contra los autos, nadie le decía nada. Se comenta que al recordarle sobre su padre, -el cual probablemente falleció en su infancia-, respondía: ¡Tengo un mejor padre que ustedes, mi padre es Dios!
La edad y el alcohol le cobraron factura, su bello rostro se marchitó y comenzó a adoptar una peculiar forma de ser. Tan raro llegó a ser, que pronto se convirtió en el «Coco» local, es decir, servía para asustar a los pequeños que se comportaban mal. Su sola mención era motivo de terror, esto no era algo que él desconocía, incluso si era mencionado solía comportarse como «un monstruo» para acentuar más el miedo en su comunidad.
¡Te va llevar «Loncho»!, exclamaban las madres como forma de reprimenda para sus hijos e hijas, -más de alguna vez tuve que entrar a casa y meterme bajo la cama huyendo de «Loncho»-.
Lo curioso es que no solamente era invocado para asustar a infantes, sino como comentario sarcástico ante una exclamación exagerada -¡Cómete a Loncho, mejor!, respondían quienes no creían un relato de alguna de sus compañeras o compañeros de reunión. -Tanto se comieron a «Loncho» que nuestro otrora galán se convirtió en un raquítico hombre.
A inicios del 2020, una enfermedad cayó sobre él, por lo que tuvieron que operarlo y dializarlo, siendo este un motivo para estar en cama, -sólo así pudo dejar el alcohol-. La tarde de este lunes 11 de mayo de 2020, vecinos de la comunidad corrieron la voz de que Loncho, el galán, el trabajador, el pintoresco personaje había pasado a mejor vida, dejando un legado, amigos, un historia tras de sí.
Por contingencia sanitaria no será posible darle una correcta despedida, quienes lo conocen tendrán que recordarle y despedirle con un pensamiento desde casa. Ya no verán a ese hombre por las calles con su morral, su machete y su inseparable perro.
La misma noche de su muerte, perros de la localidad ladraron al unísono, quizá porque «Loncho» caminaba por última vez atravesando las calles que durante muchos años transitó.
Adiós, Loncho.