Las y los alumnos llevan casi un mes en plantón
Sandra de los Santos / Aquínoticias
«Está es mi casa» entraron gritando estudiantes de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach) al campus I de la institución el pasado 25 de febrero cuando iniciaron un plantón en demanda de respuesta a su pliego petitorio. Desde el 02 de febrero habían iniciado un paro estudiantil, y ahora, el movimiento había decidido también tomar las instalaciones de la universidad.
El paro y el plantón estudiantil son en apoyo al pliego petitorio de la Red de Colectivas Feministas Universitarias, que demandan espacios libres de violencia en la universidad.
El campamento estudiantil está concentrado en uno de los jardines que está a un costado del libro de la biblioteca universitaria. En ese espacio colocaron casas de campaña, hamacas, improvisaron una cocina (que cada vez gana más terreno). También en esa parte hicieron con tarimas un espacio para el área de salud y otro para comunicación social.
Hay un amplio comedor que se instala y se desmonta dependiendo los requerimientos. Cuando los alimentos le toca prepararlos a personas que saben que cocinan bien o es una comida especial que les llevaron, existe todo un protocolo: se instala la mesa, se sirven los platos, y van pasando por turnos a comer. Pero, cuando la comida son tortas, huevos, tacos o pizza cada quien se acomoda en donde puede.
Después de casi un mes en el plantón ya hay como platillos especiales: picadillo de res, chilaquiles y pasta. Son, algo así, como la especialidad de la casa. En la larga negociación del sábado 13 de marzo ese fue el menú porque había invitados.
El plantón se ha sostenido gracias a las donaciones que realizan padres y madres de familia, docentes, organizaciones civiles y ciudadanía que apoya el movimiento. Las donaciones son de todo tipo: efectivo, víveres, servicios, alimentos preparados y material de salud.
De las donaciones que más festejan son los alimentos preparados y las frutas y verduras. Les han llegado a dejar tamales y hasta cenas en tres tiempos.
Tengo casi que la certeza que la mayoría de las y los jóvenes en la manifestación jamás han visitado alguna comunidad o caracol zapatista, pero es curioso cómo el ambiente que se vive acá es muy parecido al que construyeron las comunidades autónomas.
Las decisiones se toman en colectivo. Para todo hay comisiones, no exagero cuando digo que para todo: alimentos, staff, comunicación, salud, eventos culturales, seguridad (de las que recuerdo). Pero, esas comisiones están divididas a su vez en otras. Por ejemplo, la de comunicación está fragmentada entre quienes se dedican hacer transmisiones, comunicados, pronunciamientos y memes. Les juro que hay una comisión de memes y no es cosa menor. Una vez escuché decir a alguien con toda la seriedad del mundo «en eso ya andan trabajando las compañeras de la comisión de memes».
Si bien, existe una participación activa de estudiantes hombres, por primera vez en la historia de Chiapas, me atrevo a decir, este es un movimiento estudiantil encabezado por mujeres, y se nota. En este plantón hay reglas que buscan garantizar un espacio libre de violencia de género en la manifestación.
Las palabras «autocuidado» y «cuidado colectivo» se escuchan de manera común en el plantón, sobre todo, entre las mujeres. Entre ellas se preguntan de manera cotidiana qué tan cansadas andan o si necesitan algo.
A diferencia de otros movimientos este se ha caracterizado por su «peculiar» gusto musical. Acá nadie escucha a Silvio Rodriguez, Mercedes Sosa o alguna banda de rock. Este plantón está amenizado con cumbias.
No hay que ir muy lejos para entender por qué este género es el que rifa todos los días a este movimiento. Las jornadas a veces son muy largas, cansadas y desgastantes. También hay días tristes y todo se sobrelleva mejor, al parecer, al ritmo de los Ángeles Azules.
Las y los estudiantes anhelan levantar el paro al ritmo de un «sonidero» y cuando hablan de esa posibilidad se les ilumina el rostro. Por supuesto, que por estos lados también se habla de regresar a clases, y es una conversación cotidiana, pero siempre es acompañado del comentario que será cuando haya garantías de que se les cumplirá su pliego petitorio. Quieren regresar, pero no a lo mismo.
En el plantón están organizados por turnos (es algo que todavía no logro entender muy bien). También por tareas que se les otorga de acuerdo a sus habilidades, área de conocimiento y experiencia. En este plantón sí aplica eso de «tú que estás estudiando ingeniería ve a instalar las bocinas para la música». Tengo la terrible impresión que una de las tareas que les designaron a los de gerontología es encargarse de «atendernos» a Martha Figueroa y a mí. Nunca he querido preguntar porque temo confirmar mis sospechas.
La mayoría de los días en el campamento hay un ambiente parecido a una comuna hippie. Hay actividades culturales de las más diversas. Varios círculos de lectura, de juegos y conversación. Hay quienes se animan leyendo cómics y otros filosofía. Hay quien juega ajedrez todo el día en los jardínes y otros «fucho». Los grupos de conversación van desde los que buscan practicar otro idioma hasta quienes hablan de signos zodiacales. En una noche este último círculo de conversación fue tan amplio y se extendió tanto porque cada quien tenía una teoría distinta sobre la compatibilidad en el amor de acuerdo a los signos. Pero, en este campamento también se habla de la falta de mujeres en la ciencia, cuidado del medio ambiente, mascotas, masculinidades, micromachismos, feminismos. Estos cinco últimos temas son de los más comunes.
Pero, también hay días muy difíciles. En donde hay discusiones acaloradas, en donde se percibe una profunda tristeza e impotencia porque sienten que sus demandas están siendo ignoradas. Los días que el rector no se ha presentado a negociar o se ha retirado han sido de los más duros en el plantón.
Tengo la convicción que este mes que llevan las y los estudiantes en el plantón no es un tiempo perdido. No sé en qué otras circunstancias hubiera sido posible que se juntarán tantos estudiantes de diferentes disciplinas para hablar e incidir sobre lo que les afecta. En estas semanas han aprendido a trabajar en equipo, a escuchar al otro y a la otra, hacer grupos interdisciplinarios, reconocer a la otra. También han aprendido de feminismos, autocuidado, cuidado colectivo y derechos humanos.
Si algo están seguros las y los estudiantes del plantón es que después de esta movilización nada será lo mismo tanto en lo individual como en el colectivo. Cuando ellas hablan de transformar la universidad lo dicen, totalmente, en serio.