Se dice que los muertos permanecen «vivos» en la memoria de los que quedan, sin embargo, cuando ésta comienza a fallar, las tumbas se convierten en basureros y lugares desolados
Elizabeth Marina / Portavoz
[dropcap]S[/dropcap]e dice que la vida de los muertos permanece en el recuerdo de los vivos, pero en ocasiones, con el paso de los años, parece que la memoria comienza a fallar.
El abandono de los muertos es la muerte del panteón, lugar que alberga lápidas rotas, fosas convertidas en basureros y tumbas completamente abandonadas. Flores marchitas, bardas cayéndose a pedazos y basura excesiva decoran el lugar.
Con ansias, el Panteón Municipal de Tuxtla Gutiérrez espera las visitas que con motivo del Día de Muertos comienzan a recibir los fieles difuntos. Aunque permanecen olvidados por meses, la vida parece volver a ellos cuando suena el mariachi y llegan las flores frescas, acompañadas de pláticas, risas y sollozos.
Aunque el camposanto también alberga a difuntos que son visitados por lo menos tres veces al año, muchos son los olvidados, aquellos a los que la muerte se tragó con todo y los recuerdos, no viven más en la memoria de los suyos, y de ellos solo queda una cripta empolvada, abandonada, esperando a ser removida por otro muerto que quizá no corra con la misma suerte.
Las autoridades no son las únicas responsables de la mala imagen del panteón, aunque se encargan de mantener presentables las áreas comunes, lo cierto es que el cuidado y limpieza de cada tumba corresponde a los familiares.
De acuerdo al artículo 58 del Reglamento de Panteones de Tuxtla Gutiérrez, son siete años los que deben transcurrir luego de la inhumación para que un cadáver sea exhumado, proceso que deberá realizarse en presencia de por lo menos un familiar de la persona fallecida.
A unos días de celebrarse la fiesta de los muertos, el panteón sigue igual, igual de sucio, igual de inseguro e igual de olvidado.
