Peregrinaje y los milagros guadalupanos

Sin importar las condiciones de clima o de salud, cada año miles de devotos de todos los rincones de Chiapas llegan a la Parroquia de Guadalupe, en la capital del estado, para agradecer o buscar consuelo

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]E[/dropcap]ntre flores, banderas, estandartes y guirnaldas, llegan desde todos los puntos del estado miles de feligreses para agradecerle a la que nunca los abandona, aquella que todos los días los cubre bajo su manto estrellado y hace incontables favores a todo el que le pide con fe: la Virgen de Guadalupe.
Con heridas en los pies ocasionadas por las largas caminatas y las altas temperaturas que han tenido que soportar en su recorrido, personas de todas las edades hacen largas filas para poder llevar hasta los pies de la «morenita del Tepeyac» las ofrendas que, como agradecimiento, han cuidado durante la peregrinación, que en algunas ocasiones inicia con semanas de anticipación.
La alegría se convierte en llanto y el llanto es una promesa cumplida; el frío de la noche y la angustia de no ver cumplido el sueño desparecen al poner un pie en la casa de la virgen morena, al sentirse cerquita de ella.
Cada 12 de diciembre en todo el país se vive un acto de fe digno de admirarse, creyentes y quienes no lo son, son testigos de la magnitud de la devoción popular compartida por millones de mexicanos que consideran a la Virgen de Guadalupe la patrona nacional, la luz que ilumina la vida de las familias guadalupanas que año con año fortalecen su fe.
La también llamada «Reina de México» mueve masas, en todos los rincones de Chiapas pueden apreciarse caravanas de creyentes que emprenden un largo viaje con el mismo objetivo: estar en la casa de la madre de los milagros.

La fe los motiva

Con una gran sonrisa y los ojos llenos de lágrimas, Henry López entrega un detalle a la Virgen. Desde hace tres días salió de su natal Amparo Agua Tinta, una localidad del municipio de Las Margaritas, para hacer un largo recorrido y cumplir con su promesa.
«Ser peregrino es algo maravilloso, es darle las gracias por estar conmigo y con mi familia, para mí esto es una gran bendición y lo seguiré haciendo el resto de mi vida».
A sus 17 años, Henry es un peregrino antorchista con experiencia, sus abuelos paternos lo acercaron a la fe católica, la misma que desde hace nueve años lo ha llevado a estados como Tabasco y Veracruz, y a distintos municipios de Chiapas como Arriaga, Palenque y Teopisca, sin embargo, aún tiene un sueño por cumplir: llegar a la Basílica de Guadalupe, el principal santuario católico donde se le rinde culto en México.
«La fe nos motiva a seguir a la morenita. Desde muy pequeño inicié como peregrino y no me arrepiento, voy agradeciéndole por todo lo que hace por mí pero mi mayor sueño, mi meta es conocer su casa, darle gracias a mi Lupita desde la Basílica y muy pronto lo voy a cumplir, no puedo imaginar lo maravilloso que debe ser estar en su presencia», comenta eufórico.
Por casi una década, Henry ha experimentado todo tipo de sucesos pero existe uno en particular que le eriza la piel, ocurrió hace tres años, en uno de sus viajes más largos, el cansancio lo hizo caer al suelo y soltar la antorcha que dirigía al grupo. Como consecuencia se ocasionó un incendio en un pastizal cercano, lo que además de poner en riesgo al grupo les hizo perder un día de camino.
Desconsolado por lo que había ocurrido, no quería más que volver a casa, su semblante había cambiado, no paraba de recordar el accidente y lo cerca que estuvo de causarles daño a sus hermanos peregrinos. Cuando le tocó el turno de tener nuevamente la antorcha en sus manos, hizo una oración a la Virgen.
«Levanté el rostro para ver mejor el camino y de pronto el viento sopló directo a la flama y pude ver como la virgencita se dibujaba, su silueta estaba frente a mí, en el fuego, esa fue una señal, ella me estaba dando ánimos, diciéndome que nada había ocurrido porque estuvo y seguirá estando siempre conmigo.»
Entre el sonido de los cantos y el mariachi, las calles se llenaron de peregrinos… familias enteras llegaban a la Parroquia de Guadalupe en la capital chiapaneca, viajaban en vehículos, desde los más austeros a los más lujosos, decorados con globos de colores vistosos, todos esperaban pacientemente su turno para rendirle homenaje a la Patrona de México.
Del municipio de Frontera Comalapa, llega cada año Delmar Morales, quien organiza peregrinaciones en compañía de su familia, lo acompañan su esposa, sus tres hijos y 12 sobrinos que desde hace ya varios años, sirven a la Virgen y hacen promesas cada año.
Este 2016 es especial para la familia, vieron un milagro, un acto de amor que la Virgen realizó como muestra del cariño especial que le tienen. Delmar no puede contener las lágrimas al recordar los favores que la Virgen le ha hecho, a pesar de venir desde una comunidad humilde, la familia Morales siempre se ha mantenido unida y no ha perdido la fe.
«Llevar la luz de la madre de Dios es un privilegio, una herencia que quiero dejar en mis hijos y sobrinos para que ellos nunca olviden lo amorosa que es nuestra Lupita. Este año me cumplió salir de una deuda, y estoy seguro que el otro año me cumplirá todos los favores que le pida mientras siga de pie llevándole año con año todo mi cariño hasta su casa».

Madre de los milagros

Maribel Maldonado lleva más de 15 años siendo peregrina antorchista. El milagro más grande que la Virgen le ha hecho es el poder ser madre.
A sus 27 años, ya es líder de un grupo de jóvenes peregrinos que, movidos por la fe, hacen largos recorridos, este año, visitaron la Parroquia de Guadalupe en la capital del estado, y aunque ha sido el viaje más corto no ha sido el menos significativo.
Maribel explica que gracias a este recorrido se han creado lazos de hermandad que nunca antes se habían hecho presentes en el grupo, y es que el objetivo de todos, hace que el viaje se convierta en una aventura; desean llevar ofrendas a la Virgen por muchas iglesias más y no abandonar el sueño guadalupano.
Esta mujer es un ejemplo de lucha y fe. A pesar de tener una enfermedad que le roba las energías y amenaza con quitarle la vida, Maribel se ha mantenido constante cada diciembre y aún recuerda el día en que la Virgen le hizo el regalo más grande, ser madre de la pequeña María.
«Estoy muy enferma pero eso no ha sido para mí un impedimento para demostrarle mi devoción a la madrecita cada año. Como prometí aquí estoy y como ella prometió, allá en casa me espera María, mi pequeña, que nació a pesar de mis condiciones de salud. Si le pedimos con fe, la Virgen nos da todo.»
El acontecimiento guadalupano que dio inicio desde 1531, con la aparición de la Virgen un 12 de diciembre del mismo año en el cerro de Tepeyac, hasta nuestros días es una fiesta que mueve al país entero.
En el primer minuto del día 12, los católicos se unen en una sola voz para cantarle las mañanitas a la Virgen morena, imagen que el pueblo mexicano venera.

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