Los nuevos Caligulas / Álvaro Robles

La labor del periodista es puesto hoy a discusión desde la zona de comodidad de las redes y de los ciudadanos que ya no se sienten conformes y lo expresan llanamente. A quienes les molesta la clase política les asiste razón, vivimos tiempos terribles. Pero, las redes sociales son un cristal de lo que somos, y para muchos eso pasa desapercibido. Hay quienes aplauden a los corruptos y otros que los defenestran, la diferencia entre ambos es que unos reciben sobres por las lisonjas y otros no. Sin embargo el ciudadano promedio sigue leyendo a ambos, y lejos de tomar una decisión al respecto, levanta los hombros, hace una mueca y sigue su vida, y sigue culpando al gobierno de todo, en una suerte de minoría de edad.
En Chiapas estamos viviendo la preomodernidad francesa -antes de su revolución – en la que la pobreza, la indefensión de los ciudadanos contrasta con la opulencia y los caprichos de clase gobernante. En el proceso quienes sirven a esta clase poderosa, también medran y roban, todo a su nivel.
Los lacayos tratan de acceder al gobierno a cualquier precio, vea usted el caso vergonzoso de Cristian Noé Canseco Celaya, es presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje número Cuatro, con sede en Tonalá que obliga a quienes acuden a esa instancia buscando ayuda, a que usen su despacho, para que la «autoridad» les conceda «justicia» y de la ganancia se reparten michas a michas. Tamaño bandido.
Pero él no es único, lo mismo pasa en casi todas las dependencias de gobierno y de los ayuntamientos. Con el conocimiento de los titulares o en la ignorancia de éstos. Ambos casos son malos. Ahora los alcaldes tienen sus propias constructoras y se alían con otros alcaldes para que nadie construya en su propio municipio «violando la ley» y con ello el negocio es redondo: de malas obras, costos superinflados, defensa entre pillos y de hacer un dique para el ciudadano no proteste y si lo hace, su protesta no trascienda.
Lo mismo pasa en los partidos. Han acusado al PRI y al PVEM de hacer de la grilla un negocio multimillonario con sus candidaturas, elecciones y prebendas que no se auditan. Pero el PRD en Chiapas no canta mal las rancheras, con su presidente, su hermana y sus cuates y no me diga que no está enterado del PAN local que ahora sirve para que, entre amiguitas, se la pasen viajando por Europa o lleguen a la cámara de diputados sin haber hecho jamás campaña. En el Pan local, el dispendio público que se da para fortalecer la democracia, sirve para que los panistas lleven la vida con suma alegría.
Carlos Martín Beristain, doctor en psicología y miembro del GIEI que ayuda con el caso de Ayotzinapa, usa la expresión «acontecimiento centinela» para describir un suceso que representa un síntoma de otro mayor. Ayotzinapa ha sido eso, el brote de una enfermedad que ataca al país entero.
Lo que sucede en Chiapas es la cresta que decae de corrupción brutal que empezó en las décadas recientes con Albores Guillén y siguió con Pablo Salazar y el Pillo Sabines. Todos una punta de pobretones con grandes ambiciones y que al acceder al poder público del más alto nivel estatal enloquecieron al grado de enpequeñecer al orate romano de Calígula. Cuando apareció Manuel Velasco, se creyó que, por su origen de cuna acomodada, otra sería la historia.
Lo cierto es que la clase política está cada día más distanciada de la realidad social y la ciudadanía en lugar de madurar y actuar, preferimos mascullar íntimamente o en el feís, sin asumir nuestro roll como la gruesa capa que debe decidir, actuar y sancionar. Tenemos como reza el dicho, el gobierno que merecemos.

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