Los pendientes de América Latina / Claudia Corichi

 En las últimas dos décadas por lo menos, nuestra región se ha convertido en un agitado laboratorio político por el cambio ideológico de sus gobiernos, consecuencia de un electorado mejor informado y consciente de que su voto puede premiar o castigar a los aspirantes según su trayectoria política y desempeño público. Las y los latinoamericanos hemos aprendido a vivir en democracia y comprobar que el Estado de derecho y los contrapesos son fundamentales en un régimen de libertades.

Cada país ha tenido una evolución histórica y política distinta y cada uno escoge su porvenir. Guatemala, Bolivia, Chile, Argentina y Paraguay, tuvieron brutales regímenes militares en el siglo pasado, mientras que Nicaragua y República Dominicana estuvieron gobernados por auténticos tiranos (Somoza y Trujillo); y como México no hay dos, en ningún otro país se ha repetido el hito de un partido que conservara el poder por más de 70 años.

Entre 2000 y 2010 la alternancia política llevó al poder a gobiernos de un perfil ideológico de izquierda. En Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y Uruguay se afianzaron proyectos políticos que dieron un respiro a los ciudadanos con liderazgos que hoy están de vuelta al frente de gobiernos denominados ahora progresistas, con la notable incorporación de Colombia (Ecuador y Uruguay mudaron a la centro-derecha).

Aun cuando el péndulo oscila de derecha a izquierda y vuelve a su posición inicial, el principal reto es combatir la oprobiosa desigualdad por la concentración en pequeñas porciones de población, de grandes porciones de riqueza, y la incapacidad de sucesivos gobiernos por distribuirla de forma más equitativa. Desigualdad, pobreza, analfabetismo, medios de producción obsoletos, economía rentista y escasa innovación tecnológica, son algunos de los escollos que anclan al continente en el subdesarrollo.

A las clases dirigentes del hemisferio se le acumulan los pendientes y las promesas incumplidas como impulsar un nuevo modelo de desarrollo y una verdadera integración regional que fomente la cooperación, pues casi todos los organismos multilaterales están abandonados, hasta la OEA es incapaz de mediar y resolver crisis políticas.

Las diferencias importan: Lula tomó protesta y de inmediato restableció el fondo Amazonia, una política medio ambiental que Bolsonaro intentó aniquilar; regresó los programas para personas de bajos ingresos, revocó la flexibilización de la posesión de armas y reivindicó el discurso feminista frente al violento y misógino de su antecesor. Necesitamos más políticas y políticos en la región que aspiren a la igualdad, la justicia y la democracia con sentido social.

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