Lupita Peralta y su solidaridad con los olvidados

Desde 2011, recupera cadáveres no identificados para darles una sepultura digna, una misión que surgió a raíz del feminicidio de una joven indígena y que actualmente se ha convertido en uno de los activismos más reconocidos a nivel nacional

Elizabeth Marina / Portavoz

[dropcap]H[/dropcap]ace seis años que Guadalupe Peralta hizo de la muerte su mejor amiga. Movida por su instinto humano y maternal, ha viajado sola hacia los panteones municipales para dar «cristiana sepultura» a cadáveres putrefactos que durante días, meses o semanas permanecieron en el olvido, tendidos en una cama fría del Servicio Médico Forense (Semefo), sin ser reclamados por nadie.
Hoy suman 64 los cuerpos sin nombre, edad u origen a los que esta mujer jubilada ha sepultado desde aquel 2011, año en el que inició su labor de rescatar los cuerpos que nadie reclama; aquellos cuerpos que han sido calcinados, apuñalados, estrangulados o abortados, para enterrarlos junto al pasado que sólo ellos conocen, en una fosa profunda para su eterno descanso.
«Paulina 1 de enero» surge a raíz del feminicidio de una joven indígena que no sobrepasaba los 17 años de edad; a pesar de ser una mujer trabajadora y servicial, fue asesinada en el Parque Central de Tuxtla Gutiérrez, en el marco de las celebraciones de Año Nuevo.
En medio de las luces y los juegos mecánicos, un grupo de hombres no identificados terminó con la vida de Paulina, cuyo cuerpo fue encontrado durante las primeras horas del 1 de enero de 2011.
Aquella joven indígena de la que se desconocen sus apellidos, había estrechado lazos de amistad con Guadalupe (mejor conocida como Lupita, por vecinos y amigos), y con quien años atrás había solicitado empleo en su tienda de abarrotes ubicada a unos cuantos pasos de la explanada del Parque Central.
«Era un chica alegre, bien trabajadora, no tenía familia y era muy independiente; me enteré de su muerte en una fecha tan especial, una fecha inolvidable en la que alguien le arrancó la vida».
Lupita recuerda aquel día con tristeza y aún derrama lágrimas por Paulina, quien se convirtió en amiga e inspiración para crear la fundación que se encarga de enterrar los cuerpos abandonados incluso por la autoridad municipal, que por ley, debería brindarles servicio funerario gratuito.

Paulina 1 de enero

El primer cuerpo al que Lupita sepultó fue el de Paulina. El duro golpe de saber que había sido brutalmente asesinada la noche de Año Nuevo, la hirió profundamente y tras cinco días de trámites, gastos y papeleos, pudo liberarla del Semefo y sepultarla en el Panteón Jardín San Marcos, ubicado sobre el Libramiento Sur.
La ceremonia fue sencilla, únicamente estuvieron presentes Lupita y dos amigas más que la apoyaron durante el proceso y una vez que Paulina fue enterrada, nació la fundación para el rescate de cadáveres no identificados.
La organización quedó oficialmente establecida un mes después, el 22 de febrero de 2011. Desde entonces, ha enterrado a 57 hombres y seis fetos, cuyos cadáveres han sido encontrados en lugares públicos y llevados directamente al Semefo.
«Todos son hombres, la única mujer a la que he enterrado ha sido Paulina y también ha sido la única a la que he conocido e identificado personalmente; el resto son ciudadanos a los que nadie recuerda, adictos, migrantes, indígenas, no lo sé, yo supongo porque no creo que existan papás o hermanos que no se den cuenta o se preocupen por la desaparición de su ser querido».
Lupita es jubilada. Durante muchos años trabajó en el Sindicato de Telefonistas y actualmente se apoya de las ganancias de su pequeño negocio.
Aún recuerda con nostalgia que de 2011 a 2016 usó todo su sueldo y parte de sus ganancias para pagar los trámites correspondientes y la elaboración de las cajas que, aunque sencillas, costaban entre 800 y 900 pesos.
«Conté con el apoyo de mi familia; aunque no me dieron un solo peso, ponían a mi disposición camionetas para trasladar los cuerpos, su apoyo moral y físico, con el que durante todos estos años pude salir adelante porque esta labor no es fácil. Me desgastaba física y emocionalmente, siempre pensando en ir al Semefo y rescatar a alguien más porque son humanos, no animales a los que se les pueda dejar y abandonar como si nada».

Entre omisiones y sueños truncados

Dentro de las irregularidades con las que Lupita Peralta se encontró durante sus años de activismo, destaca la omisión y la corrupción por parte de las autoridades municipales, iniciando por la falta de aplicación de la ley de servicios funerarios, que en su Capítulo II, Artículo 92 dice a la letra: «El servicio funerario gratuito será proporcionado por conducto de la Secretaría de Desarrollo Económico a las personas indigentes o de escasos recursos».
Dichos servicios incluyen la entrega de ataúd, fosa común bajo el régimen de temporalidad y dispensar del pago de los derechos que con motivo del servicio hubieren de cubrirse a la tesorería municipal.
Desde 2016, el sueño de Lupita fue truncado; en la actualidad ya no realiza la labor de sepultar y divulgar fotografías de los cadáveres con la esperanza de dar con familiares o amigos que se puedan hacer cargo de los cuerpos, pues desde marzo del año pasado las puertas del Semefo le fueron cerradas sin una explicación de por medio.
«Llevo más de un año parada pero aún tengo muchas ganas de continuar, esto no se quedará en 64 cuerpos, hay muchos más que están en la espera de sepultura digna a la que todos y todas tenemos derecho. Esto lo hago por amor, porque me hace sentir orgullosa, plena y quiero seguir haciéndolo hasta que la muerta sea yo».
Actualmente, muchos de los cuerpos rescatados por Lupita —incluido el de Paulina— han sido removidos, por lo que hoy se desconoce su paradero.

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