Uno pensaría que en el siglo XXI expresiones como «no se siente igual», «aprieta», «¿es que no me amas?» o alguna similar vinculada al uso del preservativo masculino no se escucharían más a pesar de la existencia de las enfermedades de transmisión sexual o de los embarazos no planeados. Tener relaciones sexuales sin condón representa, para algunos hombres, no sólo la irresponsabilidad con relación a su estado de salud y al de su pareja (en caso de que no sea monógamo), sino que es expresión de un machismo rancio que no es propio de un país o región. El machismo no respeta geografías.
Naïm Darrechi, tiktoker español, está en aprietos legales por sus dichos. En una entrevista con el youtuber Mostopapi, Darrechi declaró que él había eyaculado sin preservativo ni consentimiento dentro de sus parejas. Tener relaciones sexuales sin condón cuando es un acuerdo explícito de las personas involucradas no debiera ser un problema público. Lo es, en cambio, cuando se pone en peligro a alguno de los involucrados y posee mayor relevancia cuando se hace apología del hecho. Esto no puede pasar desapercibido por nadie y debe ser objeto de una condena pública enérgica y de acciones legales.
Poner el consentimiento en el centro de las relaciones afectivas y sexuales es reconocer que quienes participan en ellas son sujetos autónomos, con capacidad de decisión.
Las juventudes contemporáneas están construyendo formas de relacionarse más igualitarias, sin estereotipos y prejuicios en comparación con generaciones pretéritas, mismas que no advirtieron –en su totalidad– las actitudes y comportamientos patriarcales; no obstante, esta estructura atemporal, como lo es el patriarcado, todavía se mantiene en expresiones y acciones como las de Darrechi, que tiene 19 años.
El asunto no es difícil de entender: un acto sexual no consentido es violencia. Lamentablemente, en México persisten estas agresiones. Datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, levantada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía en 2020, revela que el 16.6 por ciento de la población de 18 años o más enfrentó alguna situación de acoso o violencia sexual (hostigamiento sexual, abuso sexual, intento de violación y violación) en lugares públicos y cerca del 98.6 por ciento de los casos no fueron denunciados.
Los gobiernos español y de Baleares, en donde vive el tiktoker, han empezado las investigaciones para sancionar, no sólo sus dichos, sino sus actos. Los cargos no son menores: abuso sexual e incitación contra la libertad sexual y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Los influencers –personas creativas, con capacidad para comunicar, convencer y generar adhesiones– tienen un papel relevante en el modelo informal de educación de este siglo. Por ello, sancionar ejemplarmente a este sujeto enviaría un mensaje a sus seguidores: lo hecho por él es condenable y ante una agresión de ese tipo, la autoridad actúa.
En México se tiene que hacer mucho para castigar a los violentadores sexuales. En promedio, hay 79 ataques de este tipo cada 24 horas. Es una cifra alarmante, pero hay otra que lo es más: sólo cinco de cada centenar de casos tiene una sentencia.
Este es un problema público serio. Resolverlo es obligación inexcusable de las autoridades y potenciar nuevas formas de socialización que dejen atrás comportamientos violentos –a veces imposibles de ver a simple vista– es una tarea colectiva.