“Mamá, caí en manos de la mafia”

No existe una búsqueda efectiva ni una carpeta de investigación sólida. Las familias fueron obligadas a pagar rescates, recibieron amenazas, pero no fueron escuchadas por las autoridades

AQUÍNOTICIAS STAFF

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.— El 21 de diciembre de 2024, al menos 40 migrantes —procedentes de Honduras, Cuba y Ecuador— zarpaban desde San José El Hueyate, en la costa chiapaneca, rumbo a Juchitán, Oaxaca. Seis meses después, ninguno ha sido localizado. Según investigación de El País, uno de ellos envió un mensaje angustioso:

“Mamá, caí en manos de la mafia”.

El grupo abordó lanchas en territorio chiapaneco; algunas versiones señalan viajes en camiones de “línea segura”, aunque el trayecto transcurrió por zonas ruralizadas donde imperan los cárteles —en especial Sinaloa y Jalisco Nueva Generación—. El accionar criminal involucra cobro de cuota, secuestro y extorsión como moneda de cambio en una industria que ha convertido a Chiapas en una trampa.

Lo más grave: no existe ni una búsqueda efectiva ni una carpeta de investigación sólida. Las familias fueron obligadas a pagar rescates, recibir amenazas, pero no fueron escuchadas por las autoridades. El Estado, en su omisión, contribuyó al segundo gran silencio tras el mensaje final de los desaparecidos .

Sin embargo, en los primeros días de diciembre, el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar puso en marcha la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal (FRIP), un cuerpo élite operativo en clave militar. Desde entonces, hubo operativos en Frontera Comalapa, Motozintla y Amatenango, con decomisos y detenciones. Aunque no se han localizado los desaparecidos, analistas coinciden en que este despliegue redujo significativamente la capacidad operativa de las mafias en rutas críticas .

Es grande el contraste: seis meses de impunidad frente a una nueva presencia policial —con riesgo de ser excesiva, según defensores de derechos humanos— que presentó un mensaje firme: lo que antes operaba sin control, hoy cuenta con fuerza estatal visible, aunque no suficiente.

Para cientos de migrantes, la Frontera Sur sigue siendo una trampa.

Seis meses después no han llegado las respuestas de aquella desaparición masiva. Pero, al menos, hay más vigilancia.

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