Mama, no prendas la tele

Esta es la peculiar historia de Marta que hasta hace poco se libró de la enajenación mediática

Daniel Torre/Portavoz

[dropcap]M[/dropcap]arta Monroy es ama de casa, vive en Terán, una de las colonias más populares de la capital, según su hija Verónica «pasaba más tiempo en la televisión que con su familia».
Desde que enviudó, hace 30 años, no hace más que atender su tienda mientras ve la bautizada por Alex Lora como «La caja idiota», a excepción de los días viernes que va a comprar la mercancía del changarro y los domingos que como fiel católica acude a misa y «guarda el día al Señor».
Mejor que los salmos, Doña Marta se sabe casi todos los comerciales de las televisoras con mayor auge en México, es fiel escudera de La Rosa de Guadalupe y cree en todo lo que dicen Carlos Loret de Mola y Denise Maerker. Confiesa que se siente conmovida al ver cómo los políticos chiapanecos abrazan y ríen junto a los niños y mujeres indígenas.
«Me empezó a dejar de gustar la tele cuando comenzaron a perderse los valores, ahora todos pueden decir groserías y los programas ya son una porquería; las viejas salen todas encueradas y todo es degeneración», dijo mientras sacaba de su curioso bolso café, su celular.
Doña Marta pasó de «La caja idiota» al «aparato idiotizador». Su hija confiesa que su transición fue lenta y laboriosa. «¡Ay, mi mamá!, siempre me preguntaba qué le había hecho al celular, por cualquier cosita se asustaba pensando que lo había descompuesto», pero la constancia y la necesidad de mantenerse comunicada con sus hijos, compañeras y vecinas, la hizo perfeccionar sus habilidades.
Desbloqueó su celular y buscó en su perfil de Facebook, lleno de imágenes familiares, salmos y frases motivacionales un video en la que la habían etiquetado; tras cinco minutos de ardua búsqueda encontró el video del senador Albores Gleason y su reciente escándalo con los acarreados de Prospera: «Mira na»más a esos sinvergüenzas», dijo con una cara de molestia.
A los políticos, confiesa, dejó de creerles desde que su hija participó en un comercial en las elecciones pasadas. «Mi hija estaba en esas campañas del Verde donde les pagaban 700 pesos al mes por ir a repartir volantes a las colonias e ir a poner lonas por todos lados, un día le dijeron que necesitaban gente para un comercial para Fernando Castellanos; llegó un momento en que el tipo se portó déspota con la gente, pero nada más le pusieron la cámara en frente y hasta sus gestos cambió». Por el comercial, dice, les dieron 200 pesos.
«¿Cómo cambia uno en la televisión verdad? Pero pa»qué picte, si todo lo que dicen es mentira… ya ves que en el Canal 10 a cada rato pasan eso de que la ciudad es segura, siempre le digo a mi hijita: ojalá esos se vengan a Terán a vivir una semana, a ver si piensan lo mismo.»
Debido a la delincuencia desmedida que se presenta en su colonia expresa que los grupos de WhatsApp han sido una herramienta para mantenerse comunicados y convocar a los vecinos cuando ocurre un percance. «Eran como las dos de la mañana cuando me llega un mensaje al grupo que estaban robando una casa aquí como a tres cuadras, llamamos a los policías y antes que ellos llegaran, los demás vecinos ya habían logrado atrapar a los bandoleros».
Aun así, doña Marta desesperanzada cree con firmeza que en las próximas elecciones se va a manipular a los jóvenes como ocurrió en el proceso pasado. «Son malvados porque se cuelgan de la necesidad de los muchachos… ellos van a buscar la forma», mientras tanto su hija Vero, estudiante de Ingeniería, más consiente de los hechos, no está de acuerdo con la publicidad desmedida de los políticos: «Mira ahora al «Lord Prospera», ni bien acaban de mostrar sus cosas en el Facebook y en YouTube ya hay un montonal de comerciales», agregó.
«La caja idiota» fue escrita por Alex Lora en 1995 y la incluyó en el disco «Con hoyos en la bolsa», al final de la canción, con una disonancia simétrica dice: «De tanto ver la tele ya nos volvimos teleadictos, ella es la madre de todos nuestros vicios. La caja idiota es nuestra universidad, ella controla nuestra forma de pensar, ella rige nuestros actos y nuestras acciones, ella controla nuestra vida y nuestras pasiones».
Por otro lado, Monsiváis por el mismo año dijo que en estos tiempos «el televisor es el principio y fin de la democratización», a estas dos afirmaciones extraordinarias hay que agregar al «aparato idiotizador», el celular.

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