A seis años del fin del bono demográfico, expertos evalúan si México ha aprovechado esta oportunidad y qué medidas son necesarias para enfrentar un futuro con una población envejecida y un sistema económico posiblemente no preparado
Aquínoticias Staff
En 2030, México enfrentará una doble transición: la conclusión del mandato presidencial de Claudia Sheinbaum y el fin del bono demográfico, un período de casi seis décadas en el que la población en edad laboral superó a la población dependiente, es decir, niños y adultos mayores. El término de esta era plantea serios retos, como el envejecimiento poblacional y las presiones sobre el sistema de salud y las finanzas públicas. Sin embargo, la pregunta que resuena entre expertos es si México supo aprovechar esta etapa.
“La oportunidad de capitalizar el bono demográfico era única. Tuvimos más de 50 años, pero las políticas públicas no estuvieron a la altura de lo que se requería”, señala Isalia Nava Bolaños, académica del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Nava subraya que, a pesar del aumento en la fuerza laboral, la informalidad ha sido la norma, con más del 50% de la población ocupada trabajando fuera del marco legal y sin protección social. Esto implica que una gran parte de los futuros adultos mayores carecerán de seguridad social y fondos de retiro.
El bono demográfico comenzó en los años 70, cuando el número de dependientes empezó a descender y la población en edad laboral creció significativamente. En 1970, 30.6 millones de mexicanos eran dependientes, mientras que 20.1 millones estaban en edad productiva, según el Consejo Nacional de Población (Conapo). Para 2030, se estima que habrá 78.2 millones de personas en edad laboral frente a 59.3 millones de dependientes. No obstante, esta ventaja demográfica no se ha traducido en un desarrollo económico sostenido.
Verónica Montes de Oca, coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez de la UNAM, explica que la falta de inversión en educación y capacitación laboral en las últimas décadas ha impedido que los trabajadores accedan a empleos de calidad. “Era fundamental elevar los niveles educativos e incrementar la formación profesional para enfrentar un mercado laboral competitivo. Desgraciadamente, se hizo muy poco”, lamenta Montes de Oca.
La incapacidad del sistema productivo de incorporar a los trabajadores al sector formal no solo crea problemas a corto plazo, como el crecimiento del empleo informal, sino que también proyecta un futuro complicado. “Nos enfrentamos a una masa creciente de adultos mayores que no tienen ni tendrán acceso a seguridad social o a fondos de retiro suficientes”, añade Montes de Oca.
El impacto de este déficit ya es visible en las cifras. Según el Inegi, la tasa de desempleo entre jóvenes de 15 a 29 años es notablemente alta: cinco de cada diez personas desempleadas pertenecen a este grupo. Esto se traduce en generaciones que ingresan al mercado laboral tarde y, a menudo, en condiciones informales.
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha mantenido programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, que ofrece capacitación laboral a cambio de una beca de aproximadamente 7,500 pesos mensuales. Aunque esta iniciativa se ha incorporado a la Constitución, su impacto ha sido limitado. Un análisis del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM destaca que, aunque el programa busca integrar a los jóvenes al mercado, las transiciones a empleos formales son escasas, y persisten problemas en la gestión de pagos.
Héctor Hernández Bringas, expresidente de la Sociedad Mexicana de Demografía, es cauto al evaluar las posibilidades de aprovechar los últimos años del bono demográfico. “En el año 2000 éramos más optimistas, pero hoy enfrentamos un déficit fiscal de tres puntos del PIB, crecimiento económico bajo, y un aumento poblacional que supera el crecimiento económico”, explica.
Entre las medidas que podrían mitigar las consecuencias del envejecimiento poblacional, destaca la pensión universal para adultos mayores implementada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador y continuada por Sheinbaum. “Es una de las pocas políticas que ha sido realmente inclusiva. Muchos adultos mayores que no tienen ingresos ni seguridad social dependen de esta pensión”, afirma Bringas. Sin embargo, Nava advierte que el país aún carece de políticas preventivas sólidas en términos de salud, nutrición y ahorro para el retiro.
La ventana demográfica de México está cerrándose rápidamente. Los expertos coinciden en que los seis años restantes deben enfocarse en políticas que fortalezcan la educación, incentiven la formalización del empleo y preparen al país para enfrentar un futuro en el que el envejecimiento de la población sea la norma. “Aún podemos hacer algo, pero el tiempo es limitado y las acciones deben ser rápidas y contundentes”, concluye Nava.
Con información de Diario de México