México tiene su propio “apagón”, pero no tiene un «Bad Bunny»

El reguetonero sacó un video músical-documental en el que denuncia desde los cortes de luz hasta la gentrificación en Puerto Rico. En México, una chiapaneca ha denunciado que sucede lo mismo en diferentes partes del país

Sandra de los Santos / Aquínoticias

El vídeo musical-documental del cantante reguetonero Bad Bunny llamado el Apagón en el que habla de las deficiencias de la energía eléctrica en Puerto Rico así como la gentrificación de barrios de San Juan no ha dejado de ser tendencia desde que salió hace dos días.

El cantante oriundo de Puerto Rico, que ha criticado en otras ocasiones el gobierno de la isla, aborda dentro del vídeo clip los apagones y la gentrificación por medio de un trabajo de la periodista independiente, Bianca Granlau, quien entrevista a varias personas afectadas con el aumento de costo de las viviendas debido al turismo.

No es la primera vez que Bad Bunny utiliza los reflectores que tiene para hablar sobre las problemáticas que afectan a la isla. Lo hizo en el 2019 para exigir la salida del entonces gobernador, Ricardo Roselló, y en diferentes presentaciones tanto en su lugar de origen como Estados Unidos ha hablado sobre las deficiencias en las políticas públicas en Puerto Rico.

Pero, Bad Bunny no es el primero en utilizar su oficio para denunciar la gentrificación de un lugar. Sin presupuesto y sin la visibilidad del cantante, Iris Moreno Aggeler, una creadora chiapaneca por medio de un documental plantea una problemática que por lo menos 10 familias padecen a diario en la Ciudad de México: el desalojo de sus viviendas.

Iris Moreno Aggeler, mejor conocida como “Ra´al Ki Victorieux”, es originaria de Chiapas, acá continúa viviendo su familia, pero ella migró a la Ciudad de México. En el 2006 su madre, Martha Aggeler compró, por medio de una financiadora llamada “Su casita”, un departamento en aquella ciudad, que actualmente habita Iris.

La financiadora se declaró en quiebra y le vendió la deuda a banca Santander después a ING y ésta a su vez a otra, y esa otra a otra…hasta que llegó a HSBC. A la familia le fue tan difícil seguir la pista de quién tenía la deuda que se venían a enterar cuando les llegaban al domicilio notificaciones de una nueva financiadora o banco.

“Llevo viviendo en esta casa 16 años. En el 2006 cuando mi mamá compró la casa no nos dimos cuenta que el contrato tenía cláusulas abusivas, que deberían de estar prohibidas” comenta Iris.

Durante seis años, Iris y su madre pagaron a la financiadora “Su Casita” el préstamo de la casa, después ellos vendieron la deuda y desde ese momento todo ha sido un desastre: abogados, solicitudes de amparo, tratar de entender lo que les está sucediendo. La casa ya fue rematada.

“Ahora lo veo, y veo que nada es casualidad, que todo están coludidos, los jueces, las financiadoras, los abogados que también nos defraudaron porque nos cobraron por defendernos y no lo hicieron” denuncia la artista.

Todo lo que han tenido que padecer, Iris lo plasmó en un corto-documental al que llamó “casa corazón”, en donde no solo habla de su caso, sino va más allá. Se registran entrevistas con activistas de otros países y de la Ciudad de México por el derecho a la vivienda.

El cortometraje fue realizado sin presupuesto porque su intención es que sirva para poner en la agenda pública un tema que es cotidiano, pero está invisibilizado: la falta de acceso a una vivienda digna. ¿Cómo algo tan prioritario pasa desapercibido?

Tan solo en la Ciudad de México hay 10 desalojos diarios, muchos de estos son por historias parecidas a la Iris, en la que de fondo está  la gentrificación y la falta de una legislación que priorice el derecho a la vivienda de la ciudadanía y no las ganancias de constructoras y financiadoras.

La gentrificación no es un asunto solo de algunas zonas de la Ciudad de México, como la colonia Roma, también pasa en otras partes del país. En San Cristóbal de las Casas en Chiapas también hay un aumento del costo de la vivienda y el problema del acceso al agua se ha agudizado.

La artista dice que el cortometraje lo hizo porque es la única forma que encontró para denunciar esta violación a sus derechos, después de tocar varias puertas institucionales. Está consciente que tal vez poco sirva para que el destino de su casa y de ella misma cambie, pero aspirar a incidir en algo y que al menos se ponga en la agenda pública el tema.

Las expresiones artísticas están al servicio de todas las historias que se quieran contar, son una manifestación de belleza de la humanidad, pero también de denuncia, de reflejar la cotidianidad. La historia que quiso contar Iris fue la de muchas familias que viven en la zozobra diaria de no tener un techo en dónde vivir.

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