El tema de migración no puede leerse sin tomar en cuenta factores sociales y económicos como el desarrollo, la violencia y la corrupción. Lo que no debería estas a discusión es el respeto a los derechos humanos de toda persona. Dejar el hogar, la familia, las amistades y todo lo conocido atrás a cambio de la esperanza de más oportunidades para construir una vida mejor, desafortunadamente, ocurre por necesidad.
Recordemos que el artículo 11° constitucional nos indica 2 asuntos fundamentales para considerar: 1) establece la libertad de tránsito, para entrar, salir y viajar por todo el territorio mexicano, de quién así lo desee, independientemente de su origen o nacionalidad, y 2) de este artículo emana, también, la honrosa tradición de asilo y refugio orgullo de la diplomacia mexicana. Con esto en mente hay que reflexionar sobre la transición de México como país de tránsito a país destino/retorno, en los últimos años. Ello implica, además de repensar la política migratoria, analizar contextos, cambios sociales, económicos, políticos y demográficos.
La desigualdad sistémica y el repunte de la violencia en la región, agudizadas por las crisis (económica y sanitaria) derivadas de la pandemia, se suman a la corrupción e impunidad en estados de derecho débiles. El impacto es diferenciado y afecta a las personas más vulnerables. Hasta julio 2021 se reportan en México las devastadoras cifras de 14,325 solicitudes de refugio de niñas, niños y adolescentes en compañía de una persona adulta y 904 no acompañados, un fenómeno que no puede dejar de atenderse.
Hablar de migración implica más que políticas internas o fronterizas. Es cuestión de humanidad. Tras el temblor de 2010 y el huracán de 2016, el flujo de migrantes provenientes de Haití incrementó en toda la región (en México ocupan el 2° lugar en solicitudes de refugio) precisamente porque perdieron las condiciones básicas para vivir y desarrollarse. La inestabilidad y pobreza en un país en el que más del 60% de la población vive con menos de 2 dólares al día ha llevado a 20% de las personas haitianas a emigrar. Se espera que el fenómeno se agudice con el temblor de este año y los estragos que causó la tormenta Grace un par de días después, sin olvidar la inestabilidad política exacerbada por el asesinato del entonces Presidente Jovenel Moïse. La migración es una respuesta natural de personas y familias que ven sus opciones truncadas, como ocurre en Afganistán y ha ocurrido en Siria.
Se requiere proponer, a la brevedad, respuestas conjuntas que pongan en primer lugar las necesidades de las personas y respeten sus derechos humanos. No solo se trata del contexto actual, ni la coyuntura política que nos aqueja, sino de trazar rutas de cooperación que operen mecanismos funcionales de protección para la migración ahora y en el futuro, ya sea por razones socioeconómicas, políticas, humanitarias o, como ya se empieza a ver en la región, derivadas del cambio climático. Soluciones globales con conciencia, conocimiento y profunda humanidad.