Ya salieron los nombres de quienes aspiran a dirigir a la Universidad Nacional Autónoma de México durante los próximos cuatro años. Las mujeres y los hombres que alzaron la mano para este proceso son expresión de la pluralidad de la UNAM que lejos se encuentra de mantener un pensamiento único, anquilosado o anacrónico.
Siguiendo lo establecido por la normatividad universitaria y por la convocatoria emitida por la Junta de Gobierno para este proceso, las personas interesadas entregaron, teniendo como fecha límite para ello, el 4 de septiembre, los documentos para ser considerados como aspirantes; entre ellos, su proyecto de trabajo para el cuatrienio 2023-2027.
Los 17 proyectos recibidos son visiones de lo que la UNAM es y debe ser. Es bueno saber que coinciden en aspectos básicos y, a la vez, sustanciales: defensa de la autonomía, incremento de la presencia e incidencia de la Universidad en el país y fortalecimiento de las tareas sustantivas (investigación, docencia y difusión de la cultura).
Al menos, en los documentos, no se percibe que alguno de los interesados exprese una simpatía abierta con un partido político, con un gobernante o con alguna ideología. Cierto es que ningún universitario y ningún participante en este proceso es censurado por ello; al contrario, la convivencia en la diversidad es la característica de una comunidad tan grande como lo es la que esta institución alberga.
De la lectura de los proyectos se desprende un diagnóstico sobre el estado de la Universidad. Sin caer en tremendismos, en cada uno de ellos se mencionan pendientes y problemas, como también se reconocen logros de la gestión que está por culminar. Por ejemplo, se menciona la necesidad de revisar los mecanismos de contratación del personal académico, en particular, el de asignatura, o el de tener una política más asertiva en materia de igualdad de género y contra la violencia hacia las mujeres y las diversidades. Ambos son aspectos que han colocado a la UNAM en el foco de atención.
Otros, por su parte, se refieren a una modificación de la estructura de gobierno, pero reconocen la dificultad de hacerla no tanto por las resistencias internas sino por los intereses externos que ven en la Universidad de México un botín político, por lo que, en caso de que ocurra, una reforma en este sentido tendría que hacerse con precisión y sentido de la realidad.
Entre los logros que se reconocen que, a la vez, son una oportunidad, se encuentra que la UNAM haya decidido aumentar su presencia en las entidades federativas con las Escuelas Nacionales. Estas, las conocidas como ENES son plataformas para hacer investigación que responda a problemas locales e implementar programas de estudios de licenciatura o posgrado que, sin perder el horizonte internacional y nacional, atiendan particularidades geográficas.
El proceso de designación de la máxima autoridad unipersonal de la Universidad Nacional no sólo es de naturaleza académica o administrativa es, en efecto, un proceso político. En este sentido, la Junta de Gobierno tiene una responsabilidad mayúscula: escuchar y oír a la comunidad, cuestionar a los aspirantes, dialogar entre ellos y resolver con prudencia y responsabilidad.
Las 5 mujeres y los 12 hombres considerados hasta ahora por la Junta de Gobierno son integrantes distinguidos de la UNAM. Su trayectoria en la investigación, la docencia, la difusión cultural y en tareas de gestión avala que formen parte de esta primera lista, la de los 17, que después se reducirá con base en el inciso d de la convocatoria.
Son tiempos de cambios, también lo son en la Universidad de la Nación.