A pesar de que en México se han dado importantes avances en materia de igualdad de género, a través de las reformas constitucionales y legales que la paridad en los cargos de decisión en los tres poderes del Estado y órdenes de gobierno, los cambios son lentos.
En días recientes, el Instituto Nacional Electoral (INE) aprobó un lineamiento para garantizar la paridad en las candidaturas de las gobernaturas, evidenciándose aún claras resistencias que llevarán a la impugnación bajo otros argumentos. Las cifras son claras, en los últimos 40 años sólo han sido electas 7 mujeres gobernadoras de más de 200 gobernaturas.
También en el sector privado la igualdad sustantiva dista mucho de ser una realidad, pues las mujeres no ocupan ni el 10% de los puestos directivos a pesar a tener, en promedio, mayor nivel educativo que los hombres.
Los avances de jure en materia de igualdad no son graciosas concesiones, sino actos de estricta justicia. En el ámbito de la economía, las mujeres somos el 51.1% de la población total, que incidimos de manera directa e indirecta en el crecimiento, desarrollo económico y calidad de vida de las y los mexicanos.
Representamos el 39.5% de la población económicamente activa, de las cuales 27.7 millones tenemos un empleo formal. Esto sin contar que 27.7 millones de mexicanas se dedican principalmente al trabajo doméstico no remunerado oa los cuidados de otras personas (INEGI), lo que representa una aportación inconmensurable a la economía nacional.
Asimismo, el número de jefaturas femeninas en el hogar pasó de 25 a 30%, según el CONEVAL, lo que significa que cada vez más mujeres, son las responsables únicas en sacar adelante al hogar, dependiendo más de los recursos provenientes de sus familiares o de programas gubernamentales.
Las mexicanas aportamos 290.9 millones de pesos producto del trabajo no remunerado en el cuidado de la salud; sin embargo, es ofensivamente irónico que menos de la mitad de las mujeres (44.1%) estén afiliadas a alguna institución de salud; y que 27.3 millones de mujeres vivan algún tipo de pobreza en sus diferentes componentes y dimensiones.
Como ya lo he comentado reiteradamente, la OCDE estima que en México existe una brecha salarial de género del 18.8%, producto de las dificultades que aún tenemos las mujeres para incorporarnos, mantenernos o reintegrarnos a los mercados laborales a lo largo de nuestras vidas.
Por justicia, pero también por razones prácticas y económicas, es impostergable la participación de más mujeres en cargos directivos en empresas y entidades públicas. Romper techos de cristal es un proceso lento que requiere de empuje y acciones determinadas que nos coloquen en los espacios de definición.