Mundo raro / Ornan Gmez

Un nuevo corazón

Entré al auditorio, me senté y escuché. Se estaba celebrando el primer Foro de Consulta Estatal Participativa en Chiapas. Llamaron al Doctor en educación, Armando Rojas Hernández. Saludó, e inició su lectura. Mientras leía, yo, azuzado por lo que escuchaba, pensé que la sociedad requería un nuevo corazón. Uno que latiera al son de la música de pitos y tambores, violines, pianos, guitarras. Un corazón que danzara al compás de la risa de los niños. Que se maravillara con los colores del arco iris plasmados en lienzos que los artistas usan. Que soñara y cabalgara en versos e historias, como hiciera el valiente Quijote de La Mancha. Que ante un grito de rabia, devolviera una sonrisa. Que ante el odio, demostrara la humildad recogida de nuestros hermanos indígenas, que basan su alegría en el canto del arroyo y el bosque, en la quietud la tierra, y en el misterio del cosmos. Un corazón sabio que latiera al ritmo suave del aleteo del colibrí, frente a una jugosa flor.
El doctor Armando Rojas Hernández, siguió exponiendo el proyecto la Nueva Escuela Chiapaneca, ante una multitud de profesores donde, además, estuvieron el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el maestro Esteban Moctezuma Barragán, próximo Secretario de Educación en México, y el gobernador electo Rutilio Escandón Cadenas.
Y mientras él hablaba, imaginé una escuela que ayude a crear ese corazón. Una institución educativa donde los niños, maestros y papás sean felices. Una escuela que tenga como centro al maestro, estudiante y padre de familia. Y estos, a su vez, tengan como prioridad la historia de vida de cada uno de ellos. Que no exista una barrera entre esa figuras. Que nos veamos como amigos, capaces de coincidir en este tiempo. Y como tal, darnos la oportunidad de conocernos. De profundizar en nuestros gustos, alegrías, sueños y tristezas. En nuestras emociones e historia. En descubrirnos a la luz de preguntas que puedan arrojar otras preguntas. Y en la medida en que uno empiece a cuestionarse, uno pueda analizar nuestras creencias.
Algo así como poner en tela de juicio mi pensamiento. Al parecer, la escuela enseña a base de certezas. No enseña a dudar, lo cual llevaría a la búsqueda de respuestas.
Y mientras el doctor seguía hablando, el presidente electo iba tomando nota, y yo seguía soñando.
¿Cómo construir una escuela que enseñe a ser feliz? Lo anterior supone que tenemos escuelas donde no se es feliz. Y si ello es así, entonces hay que preguntar qué hace felices a los niños, adolescentes, jóvenes y maestros. Al obtener respuestas, tendríamos algunos criterios para construir esa Nueva Escuela Mexicana. Por cierto, usted que me lee, ¿qué lo hace feliz?
Responder esa pregunta requiere un viaje al centro de uno mismo. A ese lugar donde viven nuestros recuerdos y sueños. Donde estallan nuestras risas. Donde lloran nuestras lágrimas. Donde viven los consejos de mamá y de nuestros abuelos. Donde permanecen las palabras: ¡Así debe ser! Donde están las enseñanzas de nuestros profesores, pastores y curas religiosos. Y estando allá, conversar con eso que vive allí, y preguntarle cómo entendemos la felicidad. Y al encontrar una respuesta, volver a este presente para compartir esa alegría recién descubierta, allá, donde habita nuestra memoria.
Y mientras yo seguía soñando, el presidente asentía y escribía, porque las palabras del doctor tenían la fuerza de un huracán. Y mientras eso pasaba en el entarimado, yo seguí pensando que uno podría preguntarse otras muchas cosas. Por ejemplo, el sentido que tiene la vida. ¿Qué sentido tiene vivir?
Pienso que muchos jóvenes no tienen claro para qué vivir, y por lo tanto tampoco tienen expectativas, metas, además que piensan que su vida no tiene sentido. Si a eso le agregamos que no tienen oportunidades para estudiar, ni de trabajo, además que el crimen organizado y el narcotráfico los espera para reclutarlos, el futuro de muchos de ellos es incierto.
Y entonces el doctor mencionó que, desde el arte, uno puede encontrarle sentido a la existencia. Y el presidente asintió, porque se sabe que es un hombre de letras.
Es por eso que el doctor Armando Rojas planteó que el proyecto la Nueva Escuela Chiapaneca, donde se ahondan en esas preguntas con relación a la vida, puede ser una posibilidad para que, en las escuelas de México, a la par de que se trabajen contenidos académicos, también se hable de la vida y sus peripecias.
¿Se imaginan una escuela donde, además de contenidos y arte, también se hable sobre la vida? Teniendo como soporte la historia de vida, los contenidos académicos y las expresiones artísticas fortalecerían el sentido de vida. Quizá tendríamos más escritores, músicos, pintores, danzantes, fotógrafos, científicos, entre otros. Y todos harían su oficio con placer y alegría. Y con ello, desde la escuela, estaríamos creando un corazón henchido de felicidad, alimentado de la alegría de todos.

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