Muri Martha Sanchez Nestor, lider nata y defensora de los derechos de las indigenas

Antes de ser esa mujer reconocida a nivel internacional fue trabajadora del hogar, encuestadora, secretaria de un sitio de taxis y operadora telefónica

Anayeli García Martínez / Cimac Noticias 

Ciudad de México.- Líder nata y mujer imprescindible, esa era Martha Sánchez Nestor, la índigena amuzga originaria de Xochistlahuaca, un municipio de la costa chica del estado de Guerrero, quien murió este 30 de julio, dejando como legado diversos proyectos para fomentar la participación de las indígenas en la toma de decisiones y para prevenir la mortalidad materna.

Sánchez Nestor fue una de la fundadoras de la primera Casa de la Mujer Indígena, ubicada en Ometepec, Guerrero; diseñó el Programa de Mujeres Indígenas del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvouir; fundó el Grupo Plural por la Equidad de Género y el Adelanto de las Mujeres en Guerrero; creó la cooperativa de tejedoras Flores de la Tierra Amuzga, pero además fomentó alianzas locales e internacionales para defender los derechos de las mujeres.

Su trabajo sembró cambios en su estado y en su país, por eso llegó a ponerse de pie en la sede de la ONU en Nueva York, en Estados Unidos, y en Ginebra, en Suiza, y fue reconocida por la organización internacional Women Deliver como una de las 100 líderes en 2011 y por la Revista Forbes México como una de las 100 mujeres más poderosas del país en 2016.

Antes de ser esa mujer distinguida a nivel internacional fue trabajadora del hogar, encuestadora, secretaria de un sitio de taxis y operadora telefónica. Siempre fue una conversadora, alegre y risueña, quizás sus mejores enseñanzas, sus ideas y pensamiento más claros son los que transmitió en charlas y acompañó con carcajadas.

El despertar

En 1994, a sus veinte años de edad, Martha se quedó sin empleo. Una compañera le recomendó ir al «Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena», una organización que estaba en busca de secretaria. Se presentó un viernes y le pidieron comenzar a trabajar el sábado; para el lunes ya estaba en una marcha a la que fue invitada con un «vamos», pero de broma, aunque se lo tomó muy en serio.

Como parte de esta organización asistió a la Convención de Aguascalientes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en la Selva Lacandona, en el estado de Chiapas. Su despertar fue ahí, después de escuchar las vivencias y demandas de otras indígenas. Más tarde dejó de ser secretaria e ingresó como militante y en 1998 creó la Comisión de la Mujer en el Consejo Guerrerense. De alli se desató un amplio trabajo, primero indígenista y luego feminista.

«La primera imagen que tengo de Martha es de hace 20 años, cuando la conocí siendo ella todavía una jovencita, integrante del Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia Indígena Negra y Popular y en el marco de las movilizaciones de la Marcha El color de la tierra», recuerda la antropóloga e investigadora del CIESAS, Lina Rosa Berrío.

Aquella marcha salió de Chiapas el 2 de febrero de 2001 y llegó a la Ciudad de México el 11 de marzo de 2001. Martha estuvo liderando ese proceso. Era una de las pocas mujeres junto con Erika Poblano, Hermelinda Tiburcio y Felicitas Martínez. «Desde muy chiquita con un gran liderazgo, con una gran capacidad crítica, analítica, con una inteligencia enorme», recuerda la antropóloga.

Posteriormente jugó un papel clave en la construcción de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami) y desde allí, junto con las fundadoras de la organización Kinal Antzetik, Lina Rosa Berrío y Nellys Palomo (quien murió en 2009), impulsaron procesos organizativos en otros estados. También hicieron un diagnóstico para fundar una casa para atender la salud de las mujeres indígenas, pero con un fuerte componente de formación organizativa política.

«A partir del año 2000, 2001, se involucra de manera muy directa con nosotras en una propuesta para la reducción de la mortalidad materna en México. En ese momento Guerrero era junto con Chiapas y Oaxaca los tres estados con la mayor razón de mortalidad materna y la recuerdo perfectamente discutiendo con la Secretaría de Salud de Guerrero que no entendía por qué las mujeres indígenas le iban a reclamar».

Los funcionarios tenían una lógica racista y clasista sobre la atención de la salud de las mujeres indígenas, muchas de las cuales no hablaban español, por eso Martha siempre habló, en primera persona, en plural y con contundencia. Ella decía que las indígenas tienen voz y palabra y exigen derechos. «Así arrancamos un proyecto piloto justamente en la zona amuzga, donde ella era originaria; de esa manera se construye la primera Casa de la Mujer Indígena».

«Martha fue una mujer que siempre se plantó con el corazón y con el ombligo muy arraigado en su pueblo, Xochistlahuaca. Fue una de las mujeres que fue y volvió; estuvo en lo nacional, estuvo en la internacional, pero siempre su radio de acción más importante fue su propio estado, Guerrero», recuerda Lina Rosa Berrío.

Una vez que sembró el cambio en la costa chica guerrerense, se fue a seguir construyendo otros procesos. Después de la Conami, fue coordinadora de la Alianza de Mujeres Indígenas de Centroamérica y México, conformada por 60 organizaciones de mujeres indígenas en siete países. Desde allí colocó los derechos de las mujeres en los escenarios internacionales.

Solidaridad con las otras

Con su impulso también se creó la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas, de la cual forma parte Zenaida Pérez Gutiérrez, una de las aprendices de Martha Sánchez Néstor. Ellas se conocieron en un encuentro de comunicadores indígenas.

«Ella junto con Hugo Aguilar Ortiz (actual director general de Derechos Indígenas del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas) eran los ponentes del encuentro. Nos hablaban de las luchas de los pueblos indígenas y particularmente Martha agregaba el valor, o las contribuciones, o la necesidad de la lucha de las mujeres indígenas. Martha lograba encontrar ese matiz sin confrontar o dejar en cuestión todo lo colectivo», explica Zenaida.

Martha fue una de las personas que sembró en aquella joven comunicadora mixe la inspiración para creer que se pueden combinar ambas luchas, la de las comunidades y pueblos indígenas y la de las mujeres. Le enseñó que ellas son una bisagra importante y que pueden cuestionar el sistema racista hacia afuera, pero también hacia adentro.

Hace apenas un año, en junio de 2020, Martha y Zenaida formaron parte de una lista de 10 nombres de indígenas propuestas por organizaciones civiles para aspirar a la titularidad del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). No competían, caminaban juntas, como se hace en comunidad.

En 2010, cuando Zenaida fue designada jefa de Departamento de Derechos de la Mujer Indígena en la Secretaría de Asuntos Indígenas del gobierno del estado de Oaxaca, se le encomendó diseñar una estrategia para concretar las tareas de esa institución. Aún con poca experiencia hizo un plan y pidió apoyo a Martha, quien generosa se ofreció a acompañar el proceso.

«Pensé que sería muy valioso tener un encuentro de mujeres indígenas de Oaxaca, y afromexicanas también, y de ahí sacar un diagnóstico de la situación, sobre qué es lo que querían, qué es lo que le demandaban a las instituciones… Las veces que (Martha) vino a Oaxaca convivimos, platicamos, nos hizo diálogos interesantes, pero más allá de la lideresa también de las experiencias de vida personales».

Connvecida de que hay que transmitir el conocimiento, de trabajar con jóvenes y formar nuevas líderes, Martha, junto con otras feministas, como Marta Lamas y Ximena Andión, crearon el Programa de Mujeres Indígenas del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, que ahora es coordinado por Zenaida Pérez Gutiérrez.

«Promovió estas articulaciones y después se movía del lugar; peleaba por el diálogo y el relevo generacional, el diálogo intergeneracional. De ella también aprendí que la lucha no tiene que ir sólo de un lado, sólo de la base, no sólo desde nosotras o entre nosotras, sino que había que abrir este puente con las instituciones y ver en qué punto podíamos coincidir», destaca Zenaida.

Pensar en colectivo

Una de las lecciones heredadas de Martha fue trabajar en colectivo, tejer alianzas con la academia, las organizaciones indigenistas, los movimientos feministas y con las instituciones del Estado. Por esa razón en 2014 fue secretaria de Asuntos Indígenas y Afromexicanos de Guerrero; en ese mismo año fue integrante del Grupo Asesor de la Sociedad Civil de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe y también participó como parte de la Asamblea Consultiva del Conapred.

La presidenta del Centro para los Derechos de las Mujeres Naaxwiin, Rubicela Cayetano, organización que tiene a su cargo la Casa de la Mujer Indígena, en el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, recuerda que otra de las causas de vida de Martha fue la defensa de la participación de las mujeres indígenas en espacios de toma de decisiones.

«Siempre fue la vocera de las mujeres y los pueblos indígenas. Siempre hablaba de su trabajo, también de los obstáculos que ella había tenido, de que no ha sido nada fácil el que a las mujeres se nos escuche, se nos tome en cuenta; pero ella siempre ahí, con ese entusiasmo, con esa fuerza que la caracterizaba de siempre estar al frente y tomar la palabra, sin miedos, sin penas», explica.

La actual directora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, Friné Salguero, rememora que una constante de Martha fue la formación de mujeres y al mismo tiempo la incidencia en políticas públicas. Su trabajo lo hizo entre lo comunitario y lo político.

Discriminación presente

En 2011 Martha escribió en la revista Nexos: «Me he sentido señalada como modosita, poco culta, miedosa, pobre e ignorante. Así me señalaron hombres y mujeres, indígenas y no indígenas, en la escuela y en la sociedad. En el metro, en el camión, en el avión, en las calles, en las regiones, en los países, en los actos políticos, en los hoteles y hasta en las universidades me critican con la mirada de «¿A poco sabe?». «¡Qué inteligente es! ¿A poco es india?». «Uuhhh, ¡es feminista!, ¿es intelectual?». «Uy, pero es de izquierda, ¿o acaso es priista?». En cada mirada inquisitiva percibo sus mentes y sus imaginarios, sus referentes y sus ausentes».

Aunque estuvo rodeada de colegas y hermanas, la discriminación siempre estuvo presente en su vida. La exsenadora y fundadora de la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres, Angélica de la Peña, quien conoció y trabajó con la amuzga, retrató esta situación, cuando viajaron juntas después de una reunión de alto nivel, fuera de México.

«Coincidimos en el avión de regreso y veníamos contentas las dos, platicando por la relación de amistad que yo tenía con ella. Llegamos al aeropuerto. Bajamos del avión, ¿Vas a venir, no? Le dije. Ella dijo: no, ya estoy preparada porque estoy segura que me van a detener. ¿Cómo que te van a detener? Sí, me van a detener. Siempre me detienen».

La entonces legisladora observó que, efectivamente, la seguridad en el aeropueto detuvo a Martha, la mujer de piel morena, quien ya estaba acostumbrada a que le revisaran el equipaje. «La revisaban por una situación de prejuicio y de discriminación, por ser indígena. Y nunca, ni siquiera tuvo la más elemental idea, de no legitimarse como indígena».

«Contra eso luchaba. Y fue una mujer que desde joven tomó una decisión de decir: A ver, las mujeres y sobre todo las niñas indígenas tienen que aspirar a ser otra cosa distinta a lo que nuestras madres fueron o a lo que nosotras somos. Tenía clara la importancia de que las niñas pudieran tener opciones de vida, derecho a la educación, a concretar su proyecto de vida», menciona la política.

Además de haber sido funcionaria en Guerrero, en 2012 Martha fue propuesta para ocupar una diputación plurinominal por el Partido de la Revolución Democratica (PRD), pero no lo consiguió. De la Peña, militante perredista asegura que aunque tenía una relación con este partido, siempre buscaba mantener su distancia y permanecer en la sociedad civil. «Quería ser libre en el sentido de poder asumir responsabilidades, incluso desde otras organizaciones».

Ella, la defensora de las raíces indígenas, de la memoria, de la diversidad cultural y de las enseñanzas de las abuelas, murió este 30 de julio del 2021, año en que México conmemora los 500 años de la conquista. Dolorosamente, dicen quienes la conocieron, partió ahora que será la primera vez que México conmemore el Día Nacional de la Mujer Indígena, el próximo 5 de septiembre.

Reconocida por su talento y por ser constructora de agendas políticas, este viernes el Senado y la Cámara de Diputados rindieron un minuto de silencio en honor de la lideresa indígena.

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