Una de las razones más importantes por la que debemos aprender a nombrar nuestra anatomía correctamente es porque de esa forma podemos localizar mejor nuestros padecimientos, dolores o molestias
Diana Hernández Gómez / Cimac Noticias
Desde hace algunos meses (o tal vez años), en redes sociales circula la supuesta historia de una niña que llama galleta a sus genitales porque así le enseñaron en casa. La niña se queja con su profesora de que alguien le ha tocado la galleta, pero la profesora no logra entender el problema hasta que habla con la madre y ésta le dice que su hija tiene molestias en la galletita. No sabemos si esta historia es real o no; no obstante, cierra con un mensaje bastante claro y acertado: tenemos que aprender a nombrar nuestros genitales de manera clara.
Quizá, una de las barreras más grandes para que exista esta claridad es la constante confusión entre dos términos en específico: vulva y vagina. Si bien es cierto que ambas forman parte de nuestro aparato reproductor, cada una de estas partes está constituida de forma completamente diferente, por lo que la atención y el cuidado que debemos darle a cada una también es distinto.
Pero, ¿cuál es la vagina y cuál es la vulva?, ¿cómo podemos distinguirlas y por qué debemos hacerlo? Respondamos estas preguntas una por una.
¿Cuál es la vagina y cuál la vulva?
La vulva es la parte exterior de nuestro aparato reproductor. En otras palabras, es lo que podemos ver si tomamos un espejo y buscamos aquello que hay en nuestras piernas.
Las partes que constituyen a la vulva son:
- El prepucio que cubre y protege el glande del clítoris
- El glande del clítoris, cuyas más de 8 mil terminaciones nerviosas pueden hacernos experimentar diferentes orgasmos
- Orificio de la uretra, la pequeña cavidad por la que sale nuestra orina
- Orificio vaginal: ese orificio por donde sangramos durante nuestro periodo, tenemos relaciones sexuales y es el canal por donde pasa un bebé al nacer
- Labios mayores externos: la carne que rodea la vulva por fuera
- Labios menores internos: los pliegues que rodean los orificios de la uretra y de la vagina; aunque suelen representarse como labios pequeños y bien definidos, lo cierto es que pueden tener diferentes formas y colores: unos son más grandes y más obscuros mientras otros son pequeños y rosados
- Vestíbulo vulvar, que contiene los orificios de la uretra y de la vagina
- Himen, una membrana delgada que cubre parte del orificio vaginal
Una vez que sabemos cómo es nuestro aparato reproductor por fuera, ahora pasemos al interior.
Al introducirnos por el orificio vaginal ubicado en la vulva nos encontramos, ahora sí, con la vagina. Básicamente, la vagina es un conducto elástico que va desde el orificio ubicando en la vulva hasta nuestro cuello uterino o cérvix. Está formada por paredes de un tejido fibromuscular que es capaz de expandirse y contraerse, por ejemplo, cuando tenemos relaciones o estamos en labor de parto. Además, la vagina también segrega un líquido lubricante cuando hay excitación.
Recuerda que no orinamos por la vagina: para eso tememos el orificio uretral. Sin embargo, es cierto que las infecciones en las vías urinarias pueden causarnos molestia en la vulva y en el canal vaginal debido a su cercanía. Incluso, una infección en dichas vías puede dar pie a una infección vaginal, pero el tratamiento para ambos casos es distinto.
Y ya que hablamos de medicina… ¿por qué es importante distinguir entre vulva y vagina?
Aprendamos a cuidarnos
Una de las razones más importantes por la que debemos aprender a nombrar nuestra anatomía correctamente es porque de esa forma podemos localizar mejor nuestros padecimientos, dolores o molestias. Esto ayuda a que cuando vayamos con una ginecóloga o médica seamos capaces de describir exactamente lo que nos pasa y con ello podamos tener diagnósticos y tratamientos certeros.
Finalmente, conocer nuestra anatomía nos ayuda a sabernos mejor: a conocer por dónde obtenemos placer y qué vías nos ayudan a realizar nuestras necesidades fisiológicas. Reconozcamos nuestras cuerpas, aprendamos a nombrarlas y a cuidarlas por todo lo que nos dan.