Noche de fuego, tercer largometraje de Tatiana Huezo, triunfó en el Festival de Cannes 2021 con una ovación de pie de 10 minutos. En él, se presenta la violencia de género y el dominio del narco desde los ojos de una niña. Ana tiene que esconderse bajo la tierra, vivir en estado de alerta de cualquier ruido en la madrugada y disfrazarse de niño para sobrevivir. En el trasfondo, la autodefensa de los pueblos vejados, donde el cultivo de la goma de amapola es de lo poco que se puede hacer para sobrevivir.
Se hace presente el miedo, hasta de los propios soldados, cuando nuevos grupos de narcos intentan controlar la región. Los hombres están casi ausentes, unos migran a Estados Unidos para trabajar, mientras otros son reclutados por el crimen organizado, en este pueblo parecido a tantos de este México lacerado. Son las mujeres, con sus hijas e hijos, quienes luchan día a día en medio de un futuro casi imposible.
Duele saber que esto ocurre en gran parte del territorio nacional. Duele más en un contexto en que 22,732 niñas y jóvenes –de las que se tiene registro– están desaparecidas; cuando hay 55.7 millones de mexicanas y mexicanos en situación de pobreza y de las que 10.8 millones viven en pobreza extrema; cuando casi 130,000 personas han sufrido desplazamiento interno forzado a causa de la violencia. Apenas hace unos días alrededor de 350 familias, una comunidad entera (Ermita de los Correa, Jerez, en mi querido Zacatecas) huyeron debido a innombrables agresiones del crimen organizado, y siguen desplazadas, sin una solución integral.
Además, esta cinta aborda crudamente el contexto de violencia, incertidumbre y desolación brutal presente en la vida de varias pequeñas, sin presentar escenas de violencia sexual explícita. Tristemente no es necesario reproducir o mostrar esas escenas para saber qué pasa y puede pasar a cada momento. Solo una mujer como Huezo es capaz de esa sutileza casi imperceptible y esa sensibilidad en los detalles. Incluso la música es obra de otra mujer, hoy icónica en nuestro país: Vivir Quintana. Con una canción que a miles nos llega y que ya es un himno de protesta para mujeres, desde México hasta Chile.
Mención especial para la voluntad de la Secretaria de Cultura y su equipo de poner en la palestra filmes como este, de hacer una premier en Los Pinos, este simbólico recinto ahora convertido en un espacio cultural abierto, con la música en vivo encendimos nuestro espíritu y cantamos la Canción sin miedo.
Que orgullo que más mujeres directoras estén destacando en la industria a nivel internacional. Sin escenas innecesarias, sin veladas reivindicaciones infames del crimen, con la sutileza de los detalles y de la exploración de los sentimientos, los sonidos, las sensaciones y emociones desde la pureza de una niña que vive en este contexto de violencia cotidiana, nos toca en lo más hondo.