Norte y sur de Italia reabren sus «heridas»

El éxito de los referendos de Lombardía y Véneto encienden el debate federalista mientras más regiones se plantean exigir una mejora de su financiación y mayores competencias

Agencias

[dropcap]I[/dropcap]talia amaneció el lunes pasado con un elefante en el salón. El nítido resultado de los referendos de Lombardía y Véneto a favor de reclamar más autonomía al Gobierno reabrió el debate sobre el modelo de Estado que debe articular un país con una brecha enorme todavía entre norte y sur. Ese mismo lunes, Luca Zaia, presidente de la región véneta, percibió la corriente favorable y exigió un estatuto especial, mucho más de lo que contenía la pregunta de la consulta. Algo se mueve en Italia. Hasta Matteo Renzi, líder del PD en el polo opuesto de esa visión, reconoció la fuerza del nuevo autonomismo. Pero el debate es tan difícil de gestionar a seis meses de las elecciones generales que incluso la Liga Norte, promotora del referéndum, ha borrado el apellido «norte» de su nombre.
El viejo sueño secesionista de la Liga de Umberto Bossi, hoy condenado por robar a su partido, fue enterrado por sus propios votantes. Pero el relato de los agravios económicos entre el norte y el sur de Italia se ha mantenido intacto. Lombardía, la ventana de Italia a Europa, arrastra hoy un déficit fiscal de 54 mil millones de euros anuales. El de Emilia-Romaña, la segunda comunidad más rica, llega a 18 mil millones; el de Véneto son 13 mil y el de Torino 8 mil. Ninguna de ellas —suman una población de 25 millones, casi la mitad de la República de Italia— tiene un estatuto especial, como sí poseen otras cinco regiones (Friuli Venecia Julia, Cerdeña, Sicilia, Trentino-Alto Adige y Tirol del Sur y el Valle de Aosta). Pero la corriente se extiende y, de momento, Liguria también quiere su referéndum. Más dinero, más poder.
El nuevo federalismo que emana del norte se observa también con interés desde regiones meridionales como la Apulia, Campania o Sicilia, que celebra elecciones el próximo domingo. Roma, embarrancada en relato de mala gestión, no transmite confianza. Esta vez, los partidos sin respuestas claras y la sombra catalana de fondo, corren el riesgo de ser barridos en primavera.
El elemento Luca Zaia, un verso suelto dentro de la Liga que ya fue ministro de Agricultura con Silvio Berlusconi y hoy representa la única alternativa a Matteo Salvini en el partido, ha cambiado la velocidad de este particular proceso. El presidente de Véneto —que también suena para liderar la coalición de centroderecha— ya había intentado formular la pregunta del referéndum de forma más radical, incluso rozando premisas secesionistas. El Tribunal Constitucional le tumbó en varias ocasiones el planteamiento y aceptó la diluida pregunta final. Se fijó un quórum para la participación del 50 por ciento de los votos más uno, y finalmente se llegó al 60 por ciento (con un 95 por ciento de síes).
El lunes, con los resultados sobre la mesa, Zaia reflexionó, se vio con mayor peso político y desempolvó su vertiente radical pidiendo el estatuto especial. Una exigencia inasumible —descolocó incluso al líder de su partido, Salvini, incómodo con el referéndum— que requeriría una reforma de la Constitución promulgada el 1 de enero de 1948. La caja de los truenos.
Stefano Ceccanti, exsenador del Partido Democrático (PD) y Constitucionalista en la Universidad de la Sapienza, cree que esa era la intención original de Zaia. «Hizo el único referéndum que el Constitucional le permitió. Pero al segundo después de haber votado, intentó asimilar el resultado al contenido de las otras consultas rechazadas. En Véneto la demanda es más fuerte que en Lombardía porque está rodeado de comunidades con estatuto especial. Pero la nueva Liga ya no está interesada en este asunto como partido nacional. Ahora, sin embargo, tendrá que dar una respuesta», advierte. Para Ceccanti, en cualquier caso, el Gobierno central es hoy demasiado débil para afrontar una demanda de este tipo. «Primero tendría que haber una reforma nacional para fortalecer el Ejecutivo de turno. El riesgo, de lo contrario, es el desastre».

Riesgo de incendio

La sacudida ha dejado grogui a un PD con graves problemas de unidad, desubicado también en un debate sobre el que Renzi ya dio muestras de desconexión en el referéndum recentralizador del pasado de diciembre. Algunos de sus exponentes, como Enrico Rossi, presidente de Toscana, creen que la cuestión «solo alimenta divisiones entre italianos en una ya de por si frágil arquitectura de país». Pero la reflexión, en una sociedad en busca de grandes cambios —el partido antiestablishment Movimiento 5 Estrellas lidera las encuestas— amenaza con llevarse por delante a quien no le preste atención.
En el contexto europeo de emergencia de los nacionalismos y en plena crisis catalana, el asunto no es menor. El politólogo Giovanni Orsina lo ve como una caja de Pandora difícil de controlar una vez se abra. Un cambio de modelo difícil de gestionar sin un Parlamento fuerte. «Las opiniones públicas son hoy muy inestables y hace falta muy poco para encender el fuego. En una situación de estabilidad el resultado del referéndum podría quedar ahí, pero con tanta insatisfacción, rabia y deseo de cambiar, una iniciativa como esta puede despertar una cuestión hasta ahora adormecida. No hay duda de que Italia es un país dividido. El norte es un pedazo de Europa a pleno título, y el sur tiene todavía unos perfiles mediterráneos más fuertes. Abrir este melón ahora es peligroso».
Forza Italia, quizá la mejor situada en esta partida, apoyó el referéndum —Berlusconi se decidió a última hora a hacerlo públicamente— y articula un discurso que ya mantuvo en el pasado para encajar un federalismo de «geometría variable» en su programa.

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