Este fin de semana pasado nos reunimos en el Primer Congreso Internacional de una organización de sociedad civil (50+1) que nació hace poco más de 3 años con mujeres con opiniones plurales y trayectorias en los ámbitos público y privado en la causa común más importante: la búsqueda de la igualdad.
Más de 700 mujeres líderes que llegamos para tejer una red que tiene representación en la totalidad del país, en países de AL y en diversos estados de EU. El papel que mujeres como su fundadora, ex senadora y diputada, mi querida María Elena Orantes ha jugado, es fundamental. Por mi parte me siento orgullosa de ser parte de una organización tan viva y con lazos tan profundos desde la Vicepresidencia. Confluimos con grandes liderazgos que en la directiva nacional y en los capítulos trabajan por cambios sociales profundos.
El cambio cultural como el que pretendemos no es tan rápido como de jure; las resistencias las vemos plasmadas en números. Las brechas, incluidas la salarial, las violencias crecientes y brutalmente “sofisticadas”, los techos de cristal, los pisos pegajosos, nos llevan a un golpe de realidad que no estamos dispuestas a aceptar. Sabemos que solo juntas podemos transformar la realidad.
En el Congreso una de las ponentes pidió que levantáramos las mano las que habíamos sufrido algún tipo de violencia en nuestras vidas. No hubo una sola que no la levantara. Luchamos para parar tanta violencia e impunidad y, como nuestra canción del mismo nombre lo dice, el reto también de “Vencer el silencio”.
La lucha contra la violencia y la violencia de género es parte toral de nuestro trabajo porque no estamos dispuestas a normalizarla, porque no queremos ser una cifra o una estadística en un mundo donde una de tres mujeres es víctima de violencia, en un país donde la mitad de las mujeres han sufrido violencia sexual y 70 por ciento ha experimentado al menos un episodio de violencia alguna vez en sus vidas, esa condena no queremos que nos siga arrastrando ni arrastre a nuestras hijas y hermanas.
Una agenda de políticas públicas con enfoque de género, el reconocimiento a los cuidados, presupuestos que atiendan problemáticas específicas. Autonomía económica y mayor representación en los consejos directivos y gremiales del sector privado; justicia con perspectiva de género y la lucha contra la impunidad. Reconocimiento a mujeres migrantes e indígenas; democracia sustantiva, consolidación de la paridad y de los liderazgos femeninos, son entre otras, nuestra razón de ser.
El movimiento más revolucionario de este siglo será el de las mujeres. Hoy no me cabe la menor duda de que es imparable, ser parte de este movimiento es un deber histórico. ¡Nunca más sin nosotras!