Lyssette Muñoz Villers, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, explica cuán sensible puede ser el ciclo del agua y cómo puede romperse ante las altas temperaturas, haciendo más difícil el acceso al recurso hídrico, principalmente en ciudades
Lucero Natarén / Aquínoticias
Rachas de calor como las que se han vivido en fechas recientes suelen conducir a lo que se conoce como estrés hídrico, una condición en la que la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible durante un periodo determinado o en la que su uso se ve restringido por su baja calidad, señala Lyssette Muñoz Villers, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático.
«Dos semanas (incluso una sola) con altas temperaturas pueden incrementar las tasas de evapotranspiración (pérdida de humedad de una superficie por evaporación directa junto con la pérdida de agua por transpiración de la vegetación), lo cual, por un lado, agota las reservas de agua en el subsuelo, que durante la temporada de estiaje son las responsables de mantener el flujo base o el nivel de los ríos, y, por el otro, compromete el almacenamiento de agua subterránea y, consecuentemente, el suministro de ésta a las ciudades».
Además, la experta indica que la mayor evapotranspiración puede provocar lluvias de gran intensidad, generar un suelo poco permeable, escurrimientos superficiales, deslizamientos, encharcamientos y hasta inundaciones.
Por otro lado, las altas temperaturas también pueden afectar los cultivos de temporada, dependiendo de la fase en que estos se encuentren, o volverlos más propensos a plagas y enfermedades.