Los comentaristas, analistas y especialistas del deporte no han escatimado elogios sobre la organización y desarrollo de la edición 33 de la Olimpiada celebrada en París. El país anfitrión que es multicultural, plurilingüe y referente de tendencias sociales como se demostró en la inauguración, tenía el reto de organizar unos juegos que tuvieran una participación igualitaria de mujeres y hombres y que fueran más sostenibles y energéticamente eficientes. La sede olímpica debía honrar los compromisos sobre cambio climático suscritos en la misma ciudad.
En los juegos olímpicos de 1900, 22 mujeres compitieron por primera vez y en Barcelona 1992 representaron una tercera parte. La cita olímpica que terminó el domingo fue la primera con una participación igualitaria pues de 10, 500 deportistas la mitad estaba conformada por mujeres y la otra mitad por hombres.
El programa contempló que de los 32 deportes en competencia, 28 tuvieran plena igualdad de género y que los eventos deportivos femeninos y masculinos se desarrollaran al mismo tiempo. Además, la Villa Olímpica contó por primera vez con salas de lactancia y una guardería que se mantenían abiertas durante el día para las mamás atletas.
Cada justa tiene sus estrellas olímpicas. Enriqueta Basilio, del equipo mexicano de atletismo, fue la primera mujer en encender la llama olímpica en el estadio de Ciudad Universitaria en octubre de 1968. La gloriosa actuación de Nadia Comaneci en Montreal 1976 nos conmovió y marcó un hito en la gimnasia, disciplina que ha convertido en un fenómeno a la maravillosa Simon Biles y que catapultó a la fama a la brasileña Rebeca Andrade mientras ambas daban ejemplo de sororidad.
Pero en el Olimpo no todo es gloria. Más allá del entusiasmo que genera enfrentarse entre los mejores atletas del planeta, la presión a la que se someten los participantes en el escenario olímpico es extrema al representar a un país entero. En Tokio 2021, Biles abandonó el torneo diciendo que no estaba preparada mentalmente para continuar, lo que le generó críticas injustas y también reconocimiento por atreverse a dar un paso al costado.
Al correr la extenuante prueba de la Maratón de París de 42 kilómetros, Sifan Hassan de Países Bajos que había ganado medallas en los 5 mil y 10 mil metros planos se preguntaba ¿qué hago aquí? ¿por qué lo he hecho? ¿qué me pasa? Horas más tarde el Presidente del Comité Olímpico Internacional colgaba la medalla de oro a la mujer de origen etíope en la ceremonia de clausura.
Se trata de mujeres deportistas de élite a quienes se les exige un esfuerzo mayor que el del resto de competidores. El abrupto fin de la carrera de Comaneci es una muestra de ello. Aun con la polémica en torno a la boxeadora argelina Imane Khelif, el encuentro no logró ensombrecerse.
El total de medallas entregadas en París fue de 1,039. Las preseas obtenidas en la categoría “femenino” incluyendo todos los deportes, alcanzaron las 476 entre oro, plata y bronce, un 45.8% del total en la justa olímpica.
La delegación mexicana logró 5 medallas; Prisca Awiti obtuvo la plata en judo y el equipo femenil de tiro con arco el bronce. Quedará en nuestra memoria la sobresaliente actuación de las nueve nadadoras del equipo mexicano de natación artística capitaneado por Nuria Diosdado que a contracorriente y sin apoyos institucionales, han dejado el nombre de nuestro país en lo más alto.