Del 1 al 30 de junio se celebra la diversidad, porque, esa es la realidad: lo anormal es que seamos todos iguales.
Entonces, si la constante es que todas las personas seamos diferentes, ¿por qué hay rechazo a querer “distinto”, a sentirse “diferente”? Esa es una contradicción que en la sociedad todavía existe a pesar de los avances sustantivos para erradicar las violencias hacia “lo otro” y para generar condiciones de igualdad para todos los seres humanos.
El mes del Orgullo existe porque es un recordatorio acerca de lo difícil que es ser quien se decide ser. El 28 de junio de 1969, en la cosmopolita ciudad de Nueva York, la policía realizó detenciones de personas homosexuales en el bar Stonewall Inn. Quienes ahí estaban se defendieron y los disturbios se prolongaron varios días. Esos hechos se conocen como la rebelión que llevó el nombre del bar. Fue el inicio, al menos abierto, público y estruendoso, de la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+.
Desde entonces a la fecha, las personas que forman parte de esa comunidad han ido conquistando derechos. El derecho a caminar tomadas de la mano con su pareja, el derecho a contraer matrimonio, el derecho a asegurar en las instituciones de seguridad social a su esposo o esposa, el derecho a identificarse como desee, el derecho a vestirse como mejor prefiera, el derecho a no ser asesinada. Esos derechos que, para la mayoría son ordinarios, para quienes asumen una preferencia, identidad o orientación distinta a la hegemónica representa la posibilidad de ser un sujeto pleno.
En la actualidad, es difícil que no tengamos familiares y amistades pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+. Quien diga que no es probable que mienta, pero también puede ser que viva en un entorno tan violento y conservador que las personas tengan que ocultar sus querencias y gustos.
En México, hay, al menos, cinco millones de personas con una orientación sexual o identidad de género LGBTIQ+, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género 2021 del INEGI, lo que equivale al 5.1 por ciento de la población de 15 años y más en el país. 2.9 millones son mujeres y 2.1 millones son hombres.
El Estado de México es la entidad federativa con el mayor número de personas que se autoidentifican LGBTIQ+, con 489,594 habitantes (3.7 por ciento de la población), mientras que Baja California es la menor con 33,549 personas (3.3 por ciento de la población total). En Chiapas hay 215,448 personas (5.4 por ciento de la población total).
Si se amplía la mirada, siguiendo una encuesta de Ipsos Global Advisor en 26 países, el 17 por ciento (en promedio de 26 países) en la Generación Z se identifica como lesbiana, gay, homosexual, bisexual, pansexual, omnisexual, asexual, transgénero, no binario, de género no conforme y / o de género fluido. En comparación con el 11 por ciento de los millennials, el 6 por ciento de la Generación X y el 5 por ciento de los Baby Boomers. Entre más joven es la generación, más abiertos son sus integrantes para decidir cómo ser y a quién preferir.
Esto tiene que ver con las condiciones de seguridad. El clóset era el lugar más seguro para tener una vida normal y no ser excluido, discriminado o violentado físicamente. La Gen Z y los millenials viven en otra época en donde hablar de forma abierta de esos temas es menos riesgoso.
Todavía falta mucho que cambiar para que todas las personas puedan expresar, en todos los lugares, sin temores y riesgos, quienes son, pero las cosas han cambiado.
Hoy se toman las calles para festejar la libertad y las llenan de colores contagiando su felicidad, y no se ocupan por policías como en 1969.