Palabras Claras / Silvano Bautista

CTM vs CTM

Kramer contra Kramer es una película de 1979 en la cual una pareja divorciada se pelea la custodia de su menor hijo de 7 años de edad. En Chiapas pasa lo mismo por un conflicto entre María de Jesús Olvera Mejía y Saúl Martínez Martínez, pero estos a diferencia de la película se pelean un cascarón, un cascaron sin vida, que ya no tiene sentido alguno y que prácticamente ya está echado a perder. Se trata de la CTM. Sí esa CTM que en los tiempos de glorias del PRI era una organización obrera poderosa que de la mano del ejecutivo federal en turno definía el futuro de la clase política en el país

Ahora la CTM no es más que un cascarón vacío el cual fue durante mucho tiempo el huevo de la serpiente porque desde fuera se podría ver la clase de reptil que se engendraba en su interior.

Ahora es un cascarón. La CTM de María de Jesús Olvera Mejía es un edificio vetusto y abandonado en el centro de la ciudad a donde ya nadie acude por temor a ser esquilmados con falsas promesas de conseguirles concesiones y permiso de transporte. Mientras que la CTM Nueva ERA de Saúl Martínez Martínez es un inmueble vetusto, una vil bodega que fue improvisada como oficina y que carece de los más elementales servicios para brindar la atención que dice querer dar a la clase obrera y trabajadora en la entidad.

Y es que por el bien de la clase obrera y trabajadora este tipo de organismos parásitos deberían desaparecer por completo del escenario político y sindical en México y dar paso a nuevos organismos sindicales que estén verdaderamente interesados en la defensa de los derechos de la clase trabajadora, y no ser utilizados con fines políticos como ocurría en el pasado y al mismo tiempo favorecer económica y políticamente a quienes dicen ser sus representados.

Mucho ojo debe de tener los trabajadores que acudan a estos disque sindicatos pues hay que tomar en cuenta los antecedentes que tienen de los dirigentes cetemistas en la entidad para darse cuenta que lejos de representar beneficio alguno para estos son todo lo contrario.

Se puede apostar que las nuevas autoridades de la 4T difícilmente habrán de fijar los ojos en este tipo de organismos con prácticas vetustas, clientelares y que en determinado momento se venden al mejor postor dejando en el abandono y a su suerte a quienes confiaron en ellas.

Cambio en el sindicalismo en México.

El sindicalismo como lo conocimos durante décadas ya cambio, hace varios los dirigentes sindicales se convertían gracias al sistema legal, en parásitos del resto de los trabajadores.

Esto no ha cambiado del todo, aunque se hicieron cambios en la ley laboral en los que se dan mayores libertades a los trabajadores. Una empresa no tendrá que negociar con un solo sindicato, ni con sindicatos inventados para extorsionar a los empresarios. Un trabajador puede elegir el sindicato que más le convenga; es más, si no quiere estar sindicalizado puede elegirlo.

Al mismo tiempo debe transparentarse el uso de los recursos de las organizaciones gremiales. La democratización de los sindicatos era fundamental, pero sobre todo la transparencia. Muchos dirigentes eran inmensamente ricos y los trabajadores no recibían los beneficios a que tenían derecho.
Sin embargo, hace falta que las autoridades apliquen esas medidas sin borrón y cuenta nueva. Esto quiere decir que los delitos en las dirigencias sindicales no queden impunes.

Además, hay cambios en el manejo de los juicios laborales, por lo que se han creados tribunales, salas especiales, así como la desaparición de las Juntas de Conciliación y Arbitraje.

Por eso, las nuevas autoridades deberán revisar las llamadas tomas de nota de dirigencias sindicales para cuidar la pulcritud de los dirigentes que las soliciten. Una labor realmente mayúscula. Ello, ante el cochinero con que se conducen los organismos sindicales, más allá de quien lo encabece en Chiapas.

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