Palestra / Rodrigo Ramón Aquino

Corte de caja legislativo

Si cada quien hace lo que le corresponde, la Patria estará salvada, reza el clásico comiteco. Por eso en tiempos donde el ruido disfrazado de política abunda, la mejor forma de evaluar el trabajo no son los dichos, sino los números.

Al clausurar los trabajos del Periodo Ordinario de Sesiones e instalar la Comisión Permanente, la LXIX Legislatura del Congreso de Chiapas no deja espacio a dudas: 51 dictámenes aprobados en 55 días hábiles. Es decir, una productividad casi diaria. Pero más allá del dato duro, lo relevante es el contenido: 3 reformas constitucionales, 4 nuevas leyes y 17 reformas a leyes vigentes.

Desde lo federal, Chiapas se alineó con la consolidación del segundo piso de la Cuarta Transformación que lidera la presidenta Claudia Sheinbaum. Se aprobaron reformas de fondo: no reelección y combate al nepotismo electoral, protección del maíz nativo, fortalecimiento de la soberanía nacional y simplificación administrativa.

En lo estatal, la Legislatura acompañó con vigor la hoja de ruta trazada por el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar: mecanismos alternativos de justicia, derechos indígenas y afromexicanos, reforma al Poder Judicial, el reconocimiento de la UNACH como Benemérita, la autonomía constitucional de la UNICACH y mayores garantías en transparencia y datos personales.

En seguridad, se creó la Guardia Estatal de Chiapas y se endurecieron penas por feminicidio, violación, pederastia y corrupción de menores. Si apelamos humanismo que se enarbola, no son solo ajustes jurídicos, son señales de rumbo y voluntad de Estado.

Detrás de esta operación política y legislativa hay liderazgos claros. Comitecos coincidentemente. El de Luis Ignacio Avendaño, presidente de la Mesa Directiva, quien ha combinado eficacia técnica con sensibilidad política.

Nacho, también tuxtleco, abrió las puertas del Congreso a la ciudadanía: colectivos, médicos, transportistas, comunidades indígenas y afromexicanas. El Congreso volvió a ser casa y no solo oficina.

Junto a él, Mario Guillén, presidente de la Junta de Coordinación Política, cositía de cepa y brazo operador al interior del Congreso, ha hecho del Legislativo un poder activo, articulado, capaz de debatir y consensuar sin caer en simulaciones o confrontaciones para dar paso a los resultados que se le exige a un proyecto tan votado.

Ambos entienden que la política no debe ser sólo de espectáculo, de pose, de ruido del momento. Es, sobre todo, responsabilidad histórica y un genuino ánimo de trascendencia.

Si como dicta la consigna cuatroteísta “amor con amor se paga”, la responsabilidad y los resultados de este par y sus respectivos equipos les permiten pensar y perfilarse para el futuro político inmediato. Están palomeados y avanzan a la siguiente etapa.

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