El marco del Día de la Juventud visibilizamos historias que retratan la nueva normalidad y sus retos
Sandra de los Santos / Lucero Natarén / Ana Liz Leyte / Marco Aquino
Aquínoticias
En toda la pandemia han sido de los grupos más invisibilizados y hasta atacados. Muchas personas dan por hecho que son irresponsables, que salen los fines de semana de fiesta y que debido a ellos el virus se ha propagado. Las y los jóvenes están viviendo la contingencia como pueden, con sus propios retos.
Este 12 de agosto se celebró a nivel internacional el día de la juventud. El objetivo de la fecha, como otras tantas, es visibilizar este grupo de la población e impulsar acciones para su desarrollo.
A propósito del día, platicamos con cuatro jóvenes entre los 16 y 24 años de edad, dos mujeres y dos hombres, estudiantes y que viven en zonas urbanas para que nos platicarán su experiencia durante la pandemia.
Tres de los cuatro ya tuvieron COVID-19, tres de ellos también aseguran padecer la educación a distancia, y dos de ellos han visto perjudicado sus ingresos económicos debido a la crisis sanitaria.
Las realidades de estos jóvenes pueden estar cerca o alejada del imaginario social, pero escucharlos, saber su experiencia nos ayuda a ver que también ellos están padeciendo el virus y que hacen lo que pueden con las herramientas que tienen a su alcance, tratan de resignificar este tiempo.
Encontrar trabajo en plena contingencia
El COVID-19 lo obligó a dejar su trabajo, cambiar muchos de sus hábitos y buscar otras alternativas para continuar estudiando.
Daniel Osvaldo Aguilar Portillo tiene 24 años de edad y es estudiante en una institución de nivel superior particular. Antes de comenzar la pandemia trabajaba en una conocida tienda de supermercados, pero en agosto del 2020 se contagió de COVID-19 y después de 23 días de convalecencia tuvo que regresar a laborar, pero la carga de trabajo era mucho porque el personal iba cayendo uno a uno y las labores para quienes se quedaban eran más.
«Cuando regresé aún me sentía cansado, me faltaba el aire, y eran jornadas muy pesadas porque como varios de los compañeros se enfermaron hacía falta personal», cuenta Osvaldo. Un día no pudo más y renunció.
Estuvo a punto de dejar la escuela porque no tenía cómo pagarla, pero la directora de la carrera en la que estudia le dio la opción de entrar al programa Jóvenes Construyendo el Futuro e ingresar a laborar en la propia institución, y con eso ha logrado sostenerse desde hace un año.
La beca está por finalizar, pero él está a punto de entrar a trabajar a otro lugar y así continuar pagando sus estudios. Le preocupa contagiarse de nuevo y enfermar a su mamá, quien tiene otras enfermedades crónicas, pero no le queda otra alternativa.
«Ahorita con la tercera ola casi no salgo, solo a lo necesario, me entretengo leyendo y viendo tik tok, nos hemos unido más con mi familia porque pasamos más tiempo en la casa», cuenta el joven.
La educación a distancia no ha sido para Osvaldo la mejor experiencia, le hubiera encantado haber cursado la universidad totalmente presencial, pero sabe que eso es imposible. Aún con eso cuenta que el grupo con el que estudia se unió a partir de la contingencia sanitaria.
«Antes como que había grupitos dentro del salón, pero ahora lo que veo es que como que todos nos ayudamos más».
Osvaldo resignifica los momentos difíciles que ha tenido desde que inició la contingencia en marzo del 2020. Dentro de todo, dice, cuando se enfermó él y su mamá no les fue tan mal, y también ha tenido la oportunidad de demostrarse a sí mismo que tiene diferentes habilidades que le ayudan a salir adelante.
Perderse la universidad por la pandemia
Su trabajo le exige la reunión con otras personas, su oficio fue uno de los más castigados con los meses de confinamiento. Fernando Iván Maldonado González tiene 21 años, es estudiante universitario y se dedica a ser payaso en fiestas infantiles.
Durante cinco meses se quedó encerrado en casa y sin trabajar. Antes salía cada fin de semana ya sea con sus amigos o porque tenía algún evento que cubrir. Todo eso cambió, y cuando pensaba que regresaba a la normalidad, la tercera ola lo está poniendo de nuevo a prueba.
Aún con que se ha quedado sin trabajo, para él lo más difícil no ha sido eso, sino las clases en línea. Siente que se está perdiendo lo que pensaba iba a ser una de las etapas más importantes y lindas de su vida.
De convivir con sus amigos todos los días, reunirse para hacer tareas, quedarse en casa de otros compañeros, ha pasado a tener horas frente a la computadora, encerrado en su cuarto. Aunque comenta que ahora también ha aprendido a disfrutar estar en casa, a entretenerse con otras cosas.
Fernando tiene una personalidad alegre, se ríe con facilidad y parece que nunca está triste o de mal humor, pero confiesa que ha tenido momentos difíciles durante la contingencia. Se enfermó de COVID-19 y pasó una semana en cama. «No me fue tan mal», dice, pero se sentía profundamente cansado, quería solo dormir y por las noches no podía pegar el ojo por la tos.
Regresó a trabajar hace unos meses y no le ha faltado eventos, pero ha cambiado su show casi que por completo. Las dinámicas con los niños y las niñas las realiza sin que haya contacto, tiene que repartir gel antibacterial y es muy cuidadoso porque no puede usar cubreboca por el maquillaje y la voz.
Durante la contingencia ha retomado una de sus pasiones, la música disco, así que este tiempo le ha servido para dedicarle más horas a recopilar este tipo de música, hacer mezclas y hasta empezar un nuevo oficio. «No todo ha sido malo, pero sí siento que lo de la universidad, esa etapa no la voy a poder vivir como hubiera querido».
Encerrada en la adolescencia
Sofía González, es una joven de 16 años de edad, quien está a punto de ingresar al tercer semestre del Colegio de Bachilleres (COBACH), sin embargo, desde que se unió a sus estudios de nivel media superior lo hizo a través de la modalidad en línea.
Incluso, no le fue posible presentar examen de admisión para el COBACH 13, pues cuando esta prueba se iba a llevar a cabo a través de la modalidad en línea, la plataforma colapsó y ningún alumno ni alumna pudo realizar el examen.
Y así han surgido los dos primeros semestres, entre clases en línea, nulo contacto con sus nuevos compañeros, a quienes aún no conoce y no conocerá, pues debido a la pandemia, sus papás decidieron mudarse a San Cristóbal de Las Casas y con ello, nuevamente el cambio de institución educativa.
Pero, ¿cómo pasa una joven de 16 años los días en medio de una pandemia? Sofía platica, que, en Tuxtla Gutiérrez, era complicado, pues las clases eran en línea, sin embargo, era aburrido y debido a que no conocía a sus nuevos compañeros, no tenía con quién interactuar.
En San Cristóbal de Las Casas, su rutina ha sido diferente, pues ahí vive su hermana mayor y sus dos sobrinas, con quienes interactúa diariamente, además, ha iniciado con clases de basquetbol, pero debido a las restricciones sanitarias, sólo acude a sus entrenamientos dos veces por semana.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo la pasa en sus redes sociales, leyendo su eterno libro de Harry Potter y una que otra vez, ayudando a las labores del hogar.
«Han sido días difíciles, más cuando estaba en Tuxtla, pero yo espero pronto regresar a la escuela, ya quiero regresar y conocer a nuevos amigos, mi mamá está un poco temerosa, pero yo ya no quiero seguir encerrada, no me gusta y me aburre mucho».
El regreso a clases presenciales, están programadas para el próximo 30 de agosto y serán los padres y madres de familia, quienes finalmente determinen si enviar o no a sus hijos e hijas a las aulas.
Estuve en aislamiento por 21 días, me dejaban la comida en la escalera
Dianed, una estudiante de la licenciatura en Lenguas Internacionales en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), narra que a sus 19 años de edad la pandemia le dio un giro a su vida familiar y escolar de 180 grados.
Afirma que la pandemia cambió sus salidas, pues ahora siempre tiene que hacerlo con restricciones. No puede ir de viaje ni acercarse a sus amigas, amigos y familiares, -que es algo que le encanta hacer-. Ahora tiene que recibir o dar las felicitaciones por videollamada o por mensajes.
«Yo era de viajar mucho, por turismo y por algunos eventos, me encantan los conciertos. Se cancelaron como cuatro conciertos en la pandemia. No es lo mismo ir a un estadio a presenciarlo en línea».
En cuanto a la escuela, explica que cuando inició la pandemia se encontraba en su último semestre de preparatoria, tuvo que culminar con clases en línea, por lo que ese ciclo no lo cerró bien. Actualmente se encuentra en la universidad, estudia a distancia.
Confiesa que sus temores al principio de pandemia siguen siendo los mismos de ahora:
«Al principio mi temor era para con la familia. Tenía miedo a qué pasaría si se enfermaba alguien, en dónde conseguiríamos los medicamentos, pues hubo escasez de insumos al principio de pandemia. Ese temor no ha cambiado, sigue siendo el mismo, pero ya disminuyó un poco porque la familia ya se vacunó, sólo falto yo. Ayer cumplí 21 días de confinamiento tras enfermarme».
Su proceso ante el contagio fue difícil. Se enfermó debido a que tuvo contacto con un familiar que desconocía estaba contagiado. En su casa cada quien tiene su cuarto, por lo que sí pudo aislarse en este tiempo. «Si quería comer algo me lo dejaban en la escalera. Los primeros días fueron los más difíciles», relata.
Ella al igual que muchos jóvenes tuvo que hacer cambios y encontrar la forma de hacer más llevadera la pandemia. Dice que ve series y películas, por ratos se entretiene con los videojuegos, también retomó la cultura de la lectura (compró algunos libros), «en ocasiones me distraigo en aplicaciones de compras por internet. Me preparo más intelectualmente. Ahora estoy en la universidad de las 7:00 de la mañana a 2:00 de la tarde, estoy en cursos para el examen profesional de inglés, por las tardes». La interacción con sus familiares cambió mucho, platica con ellos por mensajes o video llamada.
Al cuestionarle si sus actividades escolares han sido más fáciles o difíciles estudiando en línea confesó que esta modalidad le agrada.
«Mi vida estudiantil ha sido más fácil, desde que iba en tercero de primaria no había tenido un promedio de 9.8, actualmente ese es el que mantengo en la universidad, se siente bien. Siempre que entraba a algo nuevo me costaba acoplarme al cambio. El ambiente es muy distinto. No conozco mi salón de clases en la universidad, trato de imaginarme como puede ser. Si me preguntaran cómo quiero seguir estudiando, diría que desde casa, en línea. Me agrada. No me tengo que despertar a las 6:00 de la mañana para ir a la universidad. Gastas menos, te alimentas mejor».