Una de las principales convicciones del referente de la continuidad en la capital es el arraigo por la tierra. En esta entrega Aquiles nos cuenta cómo esta voluntad por volver a Tuxtla lo llevó a conocer a su esposa, la que resultó “la mera ganona” de su amor por la ciudad
Rodrigo Ramón Aquino / Aquínoticias
SEGUNDA PARTE
Cuando el joven Aquiles Espinosa dejó Tuxtla Gutiérrez para estudiar ciencias políticas en la Ciudad de México una convicción ya era clara para él: regresar para servir al pueblo y conseguir novia tuxtleca.
“De esas convicciones que yo tenía, mi esposa resultó la ganona. La conocí en un festejo de cumpleaños de un buen amigo mío que se llama Roberto Serrano Altamirano y él la invitó, entonces nos encontramos ahí y ahí platicamos por primera vez.”
El suyo fue un noviazgo bastante tradicional para la época, visitas en casa, paseos acordados por la ciudad, comidas y cenas en restaurantes. A los dos no les gustaba la bulla, así que de bares y discotecas mejor ni hablamos.
“Íbamos a tomar café a los restaurantes. La conocí en agosto y el 15 de septiembre, el día del Grito de Independencia, nos hicimos novios, al poco tiempo la pedí y en menos de un año nos casamos en la Iglesia de la colonia Moctezuma y el cura también era muy amigo mío.”
Aquiles Espinosa probó el pozol y desde entonces enterró su ombligo en Tuxtla. Para el referente de la continuidad en la capital de Chiapas la familia es el pilar fundamental de la sociedad.
“Me declaro tradicionalista de la familia, me parece que es fundamental para que tengamos una sociedad buena. Creo en el matrimonio, al casarme con Venturina tuve la convicción de quedarme a vivir aquí hasta el último día de mis días. Tenemos el lazo y la creencia de la familia es fundamental.”
