A las 6 pm el lugar hace honor a su nombre, las maderas cantan y como con imanes las manos se unen. Los pies se deslizan al compás de los sonidos, de las risas y los colores… de los bailarines, de los árboles, de las flores
Lucero Natarén / Aquínoticias
Cae la tarde en el Parque de la Marimba. Son las 5pm, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, un lugar de cultura. Volteo a alrededor y observo a niños reír, jugando y corriendo por doquier, camino observando la naturaleza, los árboles verdes moverse con el correr del viento, las flores en las jardineras. Se siente un lugar fresco y tranquilo. La marimba aún no suena, instrumento del cual el parque toma su nombre. En el centro del jardín se encuentra un kiosco, el cual recuerda a una «casita», pero solo por su techado color blanco, pues no tiene puertas, sino más bien barandales claros.
Si observas con detenimiento no solo verás a niños, sino también a adultos, jóvenes y ancianos disfrutando de la estancia, de ese tiempo de recreación. Después de caminar y conocer el parque, llega el momento de sentarme en una de sus bancas. Es imposible no sentir la felicidad mezclada con el aire fresco de los frondosos árboles y la música. Veo a los vendedores ambulantes pasearse, vendiendo artesanías típicas de la región: «lleve sus pulseras, llaveros…», el pregón. De repente se me acerca una niña ofreciéndome pulseras tejidas de colores. Me las puso exactamente frente al rostro y yo, con una expresión entre susto y a la vez con una cierta empatía, le dije: «No gracias», la nena se retiró y siguió su recorrido ofreciendo sus pulseras. Los turistas preguntan a qué hora llega la marimba, son casi las 6pm, todos esperan con ansias.
Llegó el momento, a lo lejos se ve que comienzan a arribar los músicos con sus instrumentos, todos ríen en la espera de la música. No quieren perder más tiempo para comenzar a bailar. Los intérpretes han logrado instalarse, la marimba comienza a sonar, todos se unen a la pista, cada quién con su pareja. Trato de contar, son un poco más de 200 personas entre niños, jóvenes y adultos. Veo a mi lado a una pareja de ancianos que se disponen a bailar el «baile de las Chiapanecas». Ella con su falda color verde y su blusa naranja, tan colorida, sus zapatillas color plata. Él con su fino pantalón de vestir, su saco y su sombrerito color café. Se toman de la mano tan cariñosamente, desbordan de amor, él la ve fijamente a los ojos, pareciera que a través de la mirada se dieran instrucciones para saber cual es el siguiente paso.
Había visitado otros parques, pero ninguno como el Parque de la Marimba, un lugar colorido, lleno de historia. Las personas son tan gentiles y aun cuando no te conocen te regalan la mejor de sus sonrisas. Te hacen sentir parte del lugar. Te hacen sentir como familia, y es que, quienes visitamos nuevos lugares, es lo que anhelamos sentir. Me siento tan bien que desearía conocer otro lugar como este, al que llamé el «Parque de la alegría». Me comentan que la música comienza a las 6 de la tarde y termina a las 9 de la noche. ¿Te imaginas escuchar tres hermosas horas del «cantar» de las maderas y poder bailar?