La identificación de los problemas contemporáneos requiere la observación aguda y el intercambio entre comunidades de conocimiento. A diferencia de lo que un político haría (señalar que tiene la solución para un problema sin reparar en si, en efecto, ese es el problema), la persona que cultiva alguna ciencia buscaría, antes que ofrecer una respuesta, preguntarse si lo que se ve como problema lo es realmente o representa una manifestación de algo ulterior que puede ser la causa de lo que se ve. Además, tendría que dialogar con más personas y compartir saberes.
La departamentalización del conocimiento sólo tiene una finalidad organizativa: identificar qué corresponde a determinada disciplina, pero las propuestas de solución –pensando en la cosa pública– deben ser producto de la comunicación entre distintas comunidades epistémicas, porque los problemas no se originan por una única causa y sus efectos son múltiples. En la atención de las vicisitudes de la cotidianidad no sólo hay profesionales del derecho, la administración, la medicina, la ingeniería o la comunicación –por ser las carreras con mayor representación en las instituciones–; también hay personas que estudiaron antropología, ciencias de datos, desarrollo territorial, filosofía, física, música, y otras que, sin estudios formales, ofrecen conocimientos profundos. Sorprendería ver que los grupos de alto nivel en la administración pública son multidisciplinarios.
Eventos disruptivos como el vivido desde finales de 2019 y agudizado en 2020, es ejemplo de ello. La pandemia por SARS-CoV-2 subrayó que ningún problema puede ser resuelto sin el concurso de la mayor cantidad de esfuerzos y formas de aproximarse al fenómeno.
Pensar sin dividir puede ser una apuesta para generar conocimiento integral y solidario. Integral en el sentido de que recupere los aspectos y contenidos relevantes de otras disciplinas. Solidario en tanto que se intercambian ideas, preguntas y propuestas de solución desde distintos enfoques y métodos; de esta manera, se pueden ofrecer productos concretos a la sociedad.
Pensar los fenómenos, en particular los de naturaleza social, evitando su reduccionismo e identificando sus conexiones con otros fenómenos, cercanos o distantes, pretéritos o contemporáneos, deviene fundamental para ofrecer respuestas, en definitiva, temporales, aunque su vigencia puede ser duradera.
Quienes tienen la tarea de hacer políticas públicas saben esto. Por ello, temas tan graves como la pobreza, la violencia criminal o el agotamiento de los recursos naturales, necesitan diagnósticos técnicos, conocimiento y escucha de las poblaciones, y sensibilidad, para generar varias respuestas. No existe la respuesta.
Las políticas públicas van de la mano con gobernar y esta acción no debe estar fundada en los indicadores de popularidad, menos aún en el capricho del buró político o de un individuo.
Gobernar requiere la activación de los sentidos y de las informaciones y reportes que, con una metodología rigurosa, le presenten los expertos a la persona tomadora de decisiones.
Política y técnica no pueden estar confrontadas. Si una falla, es omisa o deliberadamente se equivoca, se pierde la oportunidad de mejorar condiciones de vida de personas reales.