Cuando las mujeres tienen independencia económica tienden menos a quedarse en relaciones abusivas, insatisfactorias o poco saludables
Carmen Ponce Meléndez / Cimac Noticias
La crisis del Covid-19 profundizó los nudos de la desigualdad de género y atenta contra la autonomía de las mujeres. Al no tener ingresos propios su fragilidad se incrementa en forma sustantiva; las trabajadoras que se fueron a confinamiento por Covid-19 llegaron a sus hogares sin ingresos o con ingresos reducidos hasta en un 50 por ciento, también regresaron sin empleo o sin posibilidades de obtenerlo.
Desde siempre México ha tenido una de las tasas laborales de participación femenina más bajas, con la pandemia ésta se redujo a 35.3 (mayo 2020). En ese mismo año antes del Covid-19 y sus efectos, era de 44.9 por ciento, una alta reducción con graves efectos.
Es un hecho que la pandemia provocó una disminución de los niveles de ocupación de las mujeres, significa un retroceso de al menos diez años.
Esta problemática no es privativa de México, se presenta en toda America Latina y el Caribe, como lo documenta claramente Cepal en su informe: «La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad».
¿Cuáles son sus causas y qué efectos provoca?
Un 56.9 de las mujeres en América Latina y un 65.2 por ciento en México se encuentran ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo y los ingresos, ahí hay un brrecha de género importante que explica el por qué las mujeres siguen desempleadas o bien, fueron las primeras en perder su empleo. Son los de «riesgo alto», donde hay una feminizacion laboral importante (veáse gráfica), es el caso de: turismo, manufactura, comercio (menor y mayor); trabajo doméstico remunerado; salud y educación. Estos últimos sectores cuentan con alta participación femenina y son parte fundamental de la economía de cuidado.
Se les llama de alto riesgo porque ahí las posibilidades de desempleo o cierre de empresas es muy alto. Son las más afectadas por la pandemia, ya sea por suspensión de actividades o por contracción de su nivel de consumo e ingresos.
Según el informe de Cepal algunos de los sectores que se encuentran en mayor riesgo no solo emplean a la mayoría de las mujeres ocupadas en la región, sino que además se caracterizan por altas tasas de informalidad, bajas remuneraciones y bajos niveles de calificación (veáse gráfica).
Aquí también sucede, en promedio 65.2 por ciento son mujeres que están en estas actividades, para las de bajo riesgo el porcentaje es de 17.9, también superior al masculino. Por lo consiguiente la posible recuperación económica del país pasa por un techo de protección para las mujeres, necesariamente.
En el sector servicios mexicano existe una participación laboral femenina muy alta, son siete de cada diez personas ocupadas. Comercio 35.18; restaurantes y alojamiento –de los más afectados por la pandemia-, 14.09 versus 7.92 por ciento de participación masculina, (Inegi, julio 2020).
En cuanto a acceso a la protección social, un bajo porcentaje de mujeres en estos sectores están afiliadas o cotizan a un sistema de seguridad social: un 35.8 en el sector del comercio, un 45.4 en el sector de las manufacturas, un 25.9 en el sector del turismo y un 24.0 por ciento en el sector de los hogares como empleadores (Inegi).
De acuerdo a los datos del Inegi, en alojamiento y producción de alimentos 49.76 por ciento de las trabajadoras no tienen acceso a prestaciones de ley; en comercio este porcentaje es de 32.99 por ciento (1er trimestre 2020, Inegi).
En las trabajadoras domésticas su situación es mas crítica, la gran mayoría no cuentan con seguridad social o alguna prestación, fácilmente perdieron su precario empleo con la pandemia.
«Además, al menos 1 de cada 3 mujeres en estos sectores es una trabajadora por cuenta propia, ocupación asociada generalmente a una menor calidad del empleo. Las mujeres que trabajan por cuenta propia o son propietarias de pequeñas empresas dependen en gran medida del autofinanciamiento, ya que enfrentan mayores barreras para acceder a recursos financieros formales.
Esto presenta un desafío para la reapertura y la sobrevivencia de sus empresas. Por esto es preciso que las medidas para contener las pérdidas de empleo e ingresos amplíen su cobertura a quienes trabajan por cuenta propia y a las trabajadoras del servicio doméstico».
En relación a la previsión de la caída del PIB, México ocupa el primer lugar con -9.0, frente al 7.7 de América Latina, o 6.5 por ciento de Centroamérica por la sencilla razón de que a la fecha no hay un programa serio de recuperación o aliento para la economía nacional, así de simple. En el Congreso tampoco existe un solo punto de debate sobre este tema, está totalmente ausente, como si no hubiera motivo de preocupación, todo marcha sobre ruedas para el discurso oficial.
Impacto de la crisis en las mujeres:
- Mayor representacion en micro y pequeñas empresas (Conforme al Inegi 6 de cada diez mujeres están en empresas de menos de cinco personas y sólo 4 en las grandes empresas).
- Barreras para acceder al financiamiento y emprender
- Concentración en sectores de menor productividad
- Sobrerrepresentacion en el empleo informal
- Menos niveles de ingresos
- Menores accesos a la seguridad y protección social
- Sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados
Algunos factores que han contribuido a esta problemática:
- Desigualdad socioeconómica y pobreza;
- División sexual del trabajo;
- Patrones culturales patriarcales;
- Concentración del ingreso y del poder.
Para Cepal se requiere amortiguar y compensar los efectos de la crisis en el empleo, los ingresos y la carga de trabajo de cuidados de las mujeres, y en el deterioro de sus niveles de bienestar.
Las políticas de reactivación deben reincorporar criterios de género en la selección estratégica de los sectores, los mecanismos y los instrumentos fiscales y la reorientación de los incentivos.
Para afrontar con éxito los diversos efectos económicos y sociales causados por la pandemia y lograr reconstruir con mayor igualdad, es necesario incorporar a todas las poblaciones que requieren cuidados y generar sinergias con las políticas económicas, de empleo, salud, educación y protección social, sobre la base de la promoción de la corresponsabilidad social y de género.