El Plan Estatal de Desarrollo (PED) 2025-2030 elaborado por el poder Ejecutivo y aprobado por el Legislativo es un documento normativo. Es decir, señala lo que hay que hacer, como un deber, a partir de mostrar el estado, o parte de él, que guarda cada tema abordado.
El diagnóstico que hay en cada uno de los cinco ejes que lo integran es particularmente crítico y las 35 políticas públicas y las 129 estrategias se alejan de proposiciones demagógicas, frases sueltas u ocurrencias; por el contrario, el documento, visto de forma global, propone una ruta por la que quiere avanzar el gobierno en turno. El desafío, ahora, radica en cómo llegar a las muchas metas.
Las estrategias planteadas inician con verbos: “crear”, “impulsar”, “promover”, “fortalecer”, “implementar”, entre otros. Cada uno responde a una intencionalidad, porque es claro que no es lo mismo “crear” que “fortalecer”. En el primer caso, se parte de algo inexistente, mientras que en el segundo hay algo que está ahí y que debe hacerse más vigoroso. No es una cuestión de precisión lingüística, los hacedores de políticas públicas lo saben. Definir bien los verbos permitirá orientar la acción del Estado.
Lo plasmado en el plan y en los documentos que se desprendan de él requerirán no sólo la voluntad del personal de la administración pública, desde sus titulares hasta el personal de apoyo, sino de las condiciones materiales y simbólicas. En cuanto a las primeras, se requiere dinero porque la operación gubernamental cuesta y, sobre las segundas, la ciudadanía deberá manifestar, de forma constante, su apoyo a la tarea gubernamental, además de la convicción y compromiso de quienes trabajan en el sector público.
El gobernante sabe cuándo hay apoyo hacia un proyecto y sabe cuándo no. Es una habilidad que tienen los políticos experimentados. Saben leer a las personas. Por ello, debe esforzarse en hacer bien las cosas. Nuevamente, estamos en el terreno de lo ideal.
Chiapas está lleno de problemas y en política la incertidumbre es la norma. Lo que hoy va bien, mañana puede representar una crisis. De ahí la capacidad anticipatoria. Los conflictos estallan porque se es cómplice, omiso, indolente o irresponsable. Para cumplir con el plan hay que ir un paso (o dos o tres) adelante de las condiciones de inestabilidad para que no se agraven. Hay que estar atento a las señales, que siempre existen. De ahí la necesidad de tener gente con conocimientos.
El PED de la denominada nueva era es articulado y mesurable. Se espera un gobierno congruente con el mismo. El triunfo de Eduardo Ramírez Aguilar generó expectativas de un cambio de rumbo. La participación ciudadana durante el proceso de consulta del plan ratificó el deseo colectivo de mejorar las condiciones en el estado y el documento final ha alimentado los deseos de un horizonte promisorio para todos.
Con este documento será evaluada la gestión gubernamental y aunque habrá un examen final, cada año existirá ocasión para saber si las cosas se están haciendo bien o si es necesario cambiar la ruta y de personal.
El PED articula la visión sobre el futuro y la intención de acción para construirlo. Es un pacto sobre qué hacer y cómo medir lo hecho. El gobierno ha hecho público lo que quiere conseguir, la ciudadanía tiene que ser implacable en su supervisión.