Tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Claudia Sheinbaum lanzó el Plan Michoacán por la Paz y la Justicia. Pero en redes, más que esperanza, surgió un miedo: que la paz se use para callar la protesta
AquíNoticias Staff
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, presentó en Morelia el Plan Michoacán por la Paz y la Justicia, una estrategia de tres ejes —seguridad y justicia, desarrollo con equidad, educación y cultura para la paz— que busca frenar la violencia en la entidad tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez.
“La paz no se construye con guerras, sino con justicia y respeto a la vida”, afirmó la mandataria, al insistir que su política de seguridad no repetirá el modelo militarizado del pasado.
Sin embargo, la recepción ciudadana fue distinta. En redes sociales, el anuncio generó una ola de comentarios críticos: usuarios y colectivos expresaron temor de que el plan sirva para reforzar la vigilancia política y contener la inconformidad social.
El contexto explica la desconfianza. Apenas unos días antes del anuncio, protestas por el homicidio de Manzo fueron contenidas con gas lacrimógeno y detenciones; imágenes de la movilización circularon ampliamente, acompañadas de denuncias por uso excesivo de la fuerza.
Aunque el plan no contempla límites a la libre manifestación, su énfasis en la “presencia federal reforzada” y en la instalación de “mesas de seguridad” despierta inquietud entre sectores sociales que asocian esas medidas con mayor control territorial.
El gobierno federal promete que el plan se elaborará con participación ciudadana, incluyendo pueblos originarios, mujeres, jóvenes y víctimas. Pero en Michoacán, donde la violencia ha sido administrada durante décadas bajo discursos de orden y pacificación, las palabras oficiales aún compiten con la memoria del miedo.
La ciudadanía, por ahora, vigila a quien dice venir a vigilar por ella.








