“¿Por el bien de todos, primero los pobres…de Chiapas?”

Por Mauricio Sosa Lievano

Hoy, hablar de igualdad social y económica ya no suena tan utópico como antes. Atrás quedaron aquellas proyecciones pesimistas que condenaban a México a una desigualdad estructural perpetua, salvo que ocurriera un cambio profundo, como lo fue la alternancia de régimen político. A partir de 2018, el país vivió una transformación de fondo y de forma. El sistema se reorientó en torno a una máxima: «Por el bien de todos, primero los pobres». Y tenía sentido. En ese momento, el 41.9% de la población de México vivía en pobreza y el 7.4% en pobreza extrema: más de 61.7 millones de mexicanas y mexicanos enfrentaban condiciones alarmantes.

Pero hoy, a casi siete años de ese viraje, vale la pena preguntarse: ¿la estrategia de priorizar a quienes menos tienen nos ha dado más certezas que dudas?

Para dimensionar el impacto de estas políticas, es necesario acudir a los datos. Según cifras oficiales del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) correspondientes a 2022, la pobreza en México se redujo al 36.3% de la población, aproximadamente 46.8 millones de personas, y la pobreza extrema bajó al 7.1%, es decir, cerca de 9 millones de personas. Estos números confirman que las políticas implementadas han tenido resultados tangibles en la lucha contra la pobreza. Sin embargo, también es evidente que aún queda mucho por hacer. Vamos en la dirección correcta, pero el camino está lejos de completarse.

Ahora bien, cabe hacerse otra pregunta: ¿el progreso de un país se mide únicamente por los estándares de bienestar promedio? ¿Cómo explicar, entonces, que, en medio de estos avances, Chiapas siga ocupando los primeros lugares en pobreza a nivel nacional?

De acuerdo con el mismo CONEVAL, en 2022 Chiapas registró el porcentaje más alto de pobreza en el país: el 67.4% de su población vive en condiciones de pobreza, y un alarmante 28.2% en pobreza extrema. Más aún, apenas el 8% de los chiapanecos pueden considerarse no pobres ni vulnerables.

¿En qué estamos fallando?

A pesar de estas cifras desalentadoras, Chiapas ha mostrado avances. En comparación con 2018, logró reducir en un 9% su nivel de pobreza general y en un 1.5% la pobreza extrema. Aunque sigue liderando los indicadores negativos, negar el progreso sería injusto.

En estados como Chiapas, la pobreza es casi hereditaria. Nacer en condiciones de marginación significa, para la mayoría, vivir y morir en las mismas circunstancias, salvo contadas excepciones de superación a través del esfuerzo individual. Por ello, la pregunta de fondo es: ¿qué debe hacer el Estado para romper este círculo vicioso?

La respuesta comienza por una acción clave: priorizar.

Chiapas debe estar al centro de la estrategia nacional. Y esa estrategia debe ser integral, tocando todos los ejes que forman el mosaico de productividad del estado:

  1. Impulsar el turismo con un enfoque en seguridad. Es una asignatura pendiente que comienza a estabilizarse gracias a los esfuerzos recientes, pero aún requiere continuidad y fortalecimiento.
  2. Dinamizar el campo con inversión y acompañamiento. Es urgente dotar a los productores de infraestructura, canales de comercialización y precios justos. El sector rural representa la mitad de la población chiapaneca; revitalizarlo es mover la economía local desde sus raíces.
  3. Diseñar programas sociales eficaces y focalizados. Las políticas deben adaptarse a las características productivas y sociales de cada región, atendiendo las necesidades concretas de las personas.
  4. Aprovechar los polos de desarrollo impulsados por la federación. Solo así la industrialización dejará de ser un discurso para convertirse en realidad: empleos mejor remunerados, formación de capital humano y arraigo productivo.
  5. Reactivar la inversión en proyectos estratégicos sustentables. Chiapas tiene una riqueza natural y cultural extraordinaria que debe convertirse en palanca de desarrollo, sin poner en riesgo su biodiversidad ni su identidad.

Toda chiapaneca y chiapaneco lleva en su corazón la esperanza de ver a su tierra cambiar de dirección, de contribuir para que los que menos tienen puedan progresar y disponer de los servicios más indispensables. Es ese anhelo de realmente cambiar la realidad de miles de personas, porque la pobreza no solo duele, sino que también lacera cualquier sociedad. Si nosotros queremos progreso, tiene que ser basado en la justicia social, priorizando a los que sistemáticamente han sido excluidos, y en eso Chiapas, lamentablemente, ocupa ese primer lugar del cual nadie se siente orgulloso, pero tampoco se responsabiliza. De revertir esas tendencias, serían las futuras generaciones las que nos agradecerían, recordando que hacer patria es también mejorar el futuro de los que todavía no están con nosotros.

Para mí, como para muchas y muchos, este estado merece lo mejor. Y dadas las condiciones actuales, sí: por el bien de todas y todos… ¡primero los pobres de Chiapas!

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