Si bien los altares son conexiones importantes con nuestros seres queridos que ya han partido de este mundo, lo cierto es que todo tiene un orden. Te explicamos más
Aquínoticias Staff
La tradición del Día de Muertos, profundamente arraigada en la cultura mexicana, es una celebración llena de simbolismo y respeto hacia aquellos que ya no están en el plano terrestre. Entre finales de octubre e inicios de noviembre, las familias mexicanas preparan ofrendas en sus hogares para esperar la visita de sus seres queridos fallecidos. A través de estas ofrendas, se honra su memoria, manteniendo vivo el lazo entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Sin embargo, existe una particularidad que muchos desconocen: no se coloca ofrenda a los recién fallecidos, especialmente a aquellos que murieron en el mismo mes de octubre. Los altares de Día de Muertos se colocan en días específicos, dependiendo del tipo de fallecimiento y la edad de los difuntos. El 28 de octubre se coloca la ofrenda para las personas que murieron de manera violenta o trágica. Los días 30 y 31 de octubre están dedicados a los niños que murieron sin ser bautizados. El 1 de noviembre se destina a recordar a los niños difuntos, especialmente aquellos que fueron bautizados. Finalmente, el 2 de noviembre es el Día de los Muertos adultos, en el que se honra la memoria de quienes fallecieron en la adultez, incluyendo elementos simbólicos y sus alimentos favoritos.
Un aspecto menos conocido de esta tradición es que a los recién fallecidos no se les coloca ofrenda. Según la creencia popular y la UAEH, aquellos que han muerto recientemente no pueden regresar al mundo de los vivos en el Día de Muertos, ya que requieren tiempo para pedir permiso para esta celebración. Los espíritus de quienes fallecieron en el mes de octubre, por ejemplo, aún no han tenido la oportunidad de obtener dicho permiso. Esto significa que, en lugar de regresar para disfrutar de las ofrendas, estas almas actúan como “ayudantes” de otras ánimas. La tradición sugiere esperar al siguiente año para colocar un altar en honor de estos fallecidos, permitiéndoles el tiempo necesario para integrarse plenamente al mundo espiritual y obtener el permiso para regresar de manera digna.
La ofrenda de Día de Muertos es un conjunto de elementos cuidadosamente seleccionados que permiten guiar y nutrir el alma de los difuntos en su visita anual. Velas y veladoras simbolizan la luz que guía a las almas de regreso al mundo de los vivos. El papel picado representa la alegría de esta celebración y el viento, uno de los elementos de la naturaleza. El pan de muerto es un alimento que simboliza la fraternidad entre vivos y muertos. Las calaveritas de azúcar o chocolate son una representación de la muerte, que en la cultura mexicana se aborda con respeto, pero también con humor. Las flores de cempasúchil, con su aroma y color, ayudan a guiar a las almas hasta el altar. Finalmente, los alimentos y bebidas preferidos por los difuntos reciben a cada alma con los sabores que más disfrutó en vida, como muestra de cariño y respeto.
El Día de Muertos es una tradición mexicana que no solo es una manera de honrar la memoria de quienes ya partieron, sino que también simboliza el lazo inquebrantable que une a los vivos con sus seres queridos. Esta celebración refleja el respeto al ciclo de transición y el tiempo que cada alma necesita para volver a su hogar en el Día de Muertos, manteniendo así la dignidad y el honor que se les concede en su proceso de partida.
Con información de Uno TV