«Lástima que al paraíso se vaya en coche fúnebre». Stanislaw Lec
En octubre de 2019 Soledad Loaeza escribió un magnífico texto en la revista Nexos, sobre las intenciones reeleccionistas del presidente Miguel Alemán, en el pináculo de su popularidad, en 1950. Retomo ideas centrales de su narrativa y prescindo de los entrecomillados, pues con algunas modificaciones epidérmicas, son ideas cuasi textuales de esta gran intelectual mexicana, con excepción del último párrafo. El presidente acarició el sueño de la reelección, y buscó hacer realidad su fantasía, a la que pusieron fin sus mayores: Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho. Nos recuerda la investigadora de El Colegio de México, que, en julio de 1946, el entonces candidato del PRI acreditó una rotunda mayoría de votos. Asumió la presidencia en diciembre de ese mismo año, con una incontestable legitimidad democrática, en una elección sobre todo pacífica, en apariencia limpia y organizada en términos de una legislación electoral moderna. No se registraron los incidentes habituales: balaceras, quema de urnas, robo de boletas, destrucción de casillas. Además, el Comité Nacional Alemanista introdujo métodos de propaganda modernos, desarrollados en Estados Unidos, sin faltar las tradicionales movilizaciones multitudinarias con almuerzo pagado. Lo apoyaban medios nacionales y extranjeros, radio, prensa escrita y estrellas de cine como Jorge Negrete, que antes de los mítines cantaba el Himno Alemanista.
Ya como en la silla presidencial, el nicaragüense Rogerio de la Selva, su secretario particular, construyó la imagen de un presidente todopoderoso y omnisciente. Enviaba a los Secretarios de Estado las solicitudes de pagos a la prensa, favores personales financieros y aceleración de trámites burocráticos, trato con periodistas y creador de numerosas organizaciones fantasma. De la Selva, encargado de las relaciones públicas del presidente fue, según comentarios periodísticos de la época, el promotor original de la propuesta de reelección.
Cuando crecieron los rumores, el presidente alemán, en su informe de septiembre de 1950 señaló «…como se ha comenzado a hablar – contra mis deseos expresos- de mi reelección como presidente de la república, quiero afirmar una vez más mi decisión inquebrantable tomada por propia voluntad de no aceptar dicho intento…» No obstante, los rumores continuaron en toda la república y aparecieron sorpresivamente asociaciones de apoyo a la reelección. Empezó a publicarse el Boletín de Ortodoxia Alemanista, en el Congreso se formó el Bloque Reeleccionista y apareció el Comité de Orientación Alemanista.
En enero de 1951 alemán solicitó la opinión del Consejero Jurídico de la presidencia, Francisco Martínez de la Vega y del Secretario de Hacienda Mario Ramón Beteta, sobre la reelección. La respuesta señalaba que era una propuesta arriesgada y cargada de incógnitas. ¿Se extendería a los legisladores? Además, podía causar pésima impresión, en vista de la carga simbólica del principio de no reelección. Era entonces preferible proponer la prórroga. El antecedente era Benito Juárez. Los funcionarios hicieron notar que en aquel momento el país estaba en guerra. Los rumores continuaron y empezó a cobrar forma el «prorroguismo», que defendía la reelección con el argumento de que había que dejar que el presidente concluyera la obra emprendida. También insistieron en la frágil situación internacional. Siguieron apareciendo volantes y panfletos de apoyo. El general Cárdenas en sus Apuntes se refirió al tema de la reelección y a las visitas de los emisarios del presidente. Le pedían su opinión sobre el tema. Cárdenas se negó rotundamente a avalar el asalto a la Constitución. Lo respaldó Ávila Camacho. Se reunieron con el presidente alemán y éste renunció a su proyecto. Se dice que lo hizo porque cuando Vicente Lombardo Toledano lo escuchó, dijo, «Si se suprime la no reelección, nosotros (PP) postulamos a Lázaro».
Hoy corren versiones y especulaciones de que la intentona de prorrogar el mandato de Zaldívar, el ensayo de Baja California para prolongar por dos años el mandato de Bonilla, la propuesta de un diputado local de Tabasco, de modificar la Constitución para permitir la reelección de AMLO en 2024, el inusitado empoderamiento del ejército, la tolerancia a la delincuencia organizada, «La liberación de la prisión del Güero Palma que no fue tan sorprendente como el hecho de que el gobierno de presidente Andrés Manuel López Obrador lo exonerara del delito de delincuencia organizada», (Raymundo Riva Palacio, El Financiero), son decisiones y señales que para algunos o muchos, apuntan a un interés reeleccionista. El presidente ha reiterado que no es su pretensión, incluso se comprometió por escrito y ante notario a no buscar la reelección. Insiste en razones de principios y convicciones, y afirma la necesidad del relevo generacional. Sin embargo, a su más puro estilo, hay frases de ambigüedad en varios temas, que abonan a la percepción, «aunque las condiciones son favorables», «si así lo decide el pueblo», «el tiempo que el pueblo quiera», etc. Y sí, el pueblo bueno y sabio, por la vía de la «consulta», ha tomado decisiones muy relevantes en la vida nacional. Ahí la dejo.