Que mas pue… / Carlos Coutiño

Ambulantes Chiapas

Hace un par de días, ambulantes y policías de Tuxtla Gutiérrez, capital de Chiapas, se enfrentaron con resultados de varios descalabrados; esto solo es el resultado de lo que realmente está trasfondo de lo que significa todo ello.

         Si bien es cierto que el ambulantaje no paga impuestos, ni favorece a quienes utiliza para la venta de productos, también es cierto que el gobierno no debe actuar solamente en contra de quienes ambulan o ponen puestos semifijos en la vía púbica, porque el problema no inicia ahí.

         Los ambulantes reciben instrucciones de un dirigente de Puebla, quien es quien trae no solo a gente de ese estado, sino de la Ciudad de México, sumando a los chiapanecos para que vendan mercancía como ropa, juguetes, hasta calzado y otros productos electrónicos que vienen y pasan retenes policíacos e incluso aduanas y no son detenidos ni investigados a donde y como sale dicha mercancía.

         Pero esto ha sido utilizado por los propios comerciantes en la capital de Chiapas, son ellos quienes también ha visto que es un beneficio para ellos el no pagar impuestos o evadirlos, para así vender sin problema alguno sus productos y tener más ganancia que la pensada al tener un comercio formal.

         De tal suerte que, el gobierno se engaña o trata de engañar al pueblo diciendo que combate al ambulantaje con operativos, cuando solo le pone un curita a la herida y no atiende el motivo del porque la lesión, aunque esto no solo en el caso de Tuxtla Gutiérrez, sino Tapachula y San Cristóbal de las Casas y cada uno de los municipios donde existe este fenómeno.

         Finalmente el gobierno no puede, ni podrá evitar al ambulantaje, menos cuando lo propicia, como el caso de Telcel o de otras empresas que le autoriza colocarse sin pago alguno en las banquetas, parques y en ocasiones cerrar espacios como avenidas para un evento que incluso puede durar hasta varios días.

         Quien gana hemos dicho, son los comerciantes quienes envían a las personas a vender con el argumento que eso es un empleo y que tendrán ganancias para así llevar alimento a sus hogares y quizá ropa u otros a sus hijos, el cual se utiliza como artimaña para así atender su negocio.

         Los grandes perdedores son ellos los que trabajan de ambulantes, pues al vender ropa y artículos varios, no obtienen salario alguno, ni para sus alimentos, trabajan de 7 de la mañana para ir a cargar la venta en las casas de almacén, hasta las 7 de noche cuando regresan lo no vendido.

         No hay en esta época aguinaldos, tampoco un gracias, es en realidad una mafia que los obliga a vender o ser incluso sancionados con pagos o suspenderlos y golpearlos, menos reparto de utilidades, vacaciones o cualquier otro beneficio que la ley marca.

         El tema del ambulantaje es ancestral, imágenes muestran que existe desde hace dos siglos por lo menos, de ahí que lejos de atacarlo, debe buscarse formas en que todos puedan salir ganando, incluso el gobierno, pero no agredir menos robar a quienes se dedican a ellos, porque eso es parte de la violencia a niños, adolescentes, mujeres, indígenas, en su derecho a la libertad de ejercer cualquier actividad lícita.

Vicaria

La violencia se ha hecho normal, y es vicaria en Chiapas; no es culpa del gobierno actual ni del pasado ni de los que vienen, esto es un asunto de todos, la raíz está en la familia y radica que es vista y sentida hasta necesaria para poder demostrar quien tiene y se siente con poder.

         Al cumplirse 24 años de la masacre de indígenas en la comunidad de Acteal, municipio indígena de Chenalhó en Chiapas, este 22 de diciembre, hay que decir que nada cura, más que el perdón, pero para que eso sea posible, es necesario que nadie vuelvan agredir y entregar las armas.

         La violencia va aumentando porque no hay forma de que los responsables como padres, la religiosidad y educación, actúen con ese papel que dicen ellos mismos tener para hacer cambios culturales e ideológicos en la sociedad.

         No solo es la violencia en casa, o con las mujeres; es entre chiapanecos, lo que se vive en Pantelhó es una muestra de odio social, lo mismo que Carranza entre la Casa del Pueblo y la Alianza, lo mismo que San Cristóbal de las Casas entre indígenas, Oxchuc con sus elecciones, en fin, todo es producto de la violencia por la animadversión que radica en cada grupo.

         Es falso que hablemos de democracia, paz, justicia, desarrollo, de hermandad o cristianismo, cuando todo es un interés personal y que se presenta a los demás como un logro social, cuando en realidad la violencia también es un negocio para los grandes intereses económicos y políticos.

         No solo es la venta de armas, es también el tráfico de drogas y cualquier otro tipo de tráficos ilegales, es el odio que engendran en los que participan para poder asesinar como lo hacen, quien y porque algunos desean que esto siga, cual es el interés real, quizá sus tierras, el encono contra los indígenas y muchas más.

         Todos quieren paz y hay quienes hasta culpan al Dios del amor, cuando quienes culpan, son los verdaderos responsables de lo que acontece, y una vez más la pregunta está en cuando será el día en que los sacerdotes, pastores y maestros den inicio a un trabajo fecundo de lo que significa no a la violencia y sean ejemplo para caminar distinto.

         Es necesario que la cultura de la violencia no siga, al menos no como ahora, aunque puede empeorar si no ponemos un alto, todos; la violencia no solo es matar, es también la indiferencia, lo es también la envidia y el deseo de tener lo de otros.

         Pareciera ser que vivir en la violencia es lo más normal, las costumbres se hacen ley y aquí el mejor reflejo.

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