En el marco del Día Internacional de las Remesas Familiares proclamado por la Asamblea de Naciones Unidas que se conmemora este 16 de junio, el organismo revela la influencia y peso estratégico que tienen: 14% de la población mundial genera y recibe recursos bajo esa modalidad; el año pasado el flujo de dinero registrado a países de ingresos bajos y medianos ascendió a 605 mil millones de dólares (mdd), de los que el 50% se destinó a zonas rurales.
México es ya el segundo receptor de remesas en el mundo superado por la India (89 mil mdd) y por encima de China. En 2021, el monto de divisas que llegó a nuestro país alcanzó los 51 mil 600 mdd, un asombroso crecimiento de 27% en relación al 2020 cuando inició la pandemia. Jalisco, Michoacán y Guanajuato mantienen su posición como los principales estados receptores, que a su vez registran, con Zacatecas, la migración más antigua a Estados Unidos desde hace un siglo.
La importancia de las remesas en la dinámica económica del país es impresionante: representan el 4% del PIB y superan por mucho a la Inversión Extranjera Directa y las exportaciones petroleras. La influencia que tienen las mujeres migrantes en su volumen resulta determinante.
Un interesante estudio elaborado por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla), revela que, del total de dinero enviado desde EU, el 25% es realizado por mujeres; la relación se invierte si se observa que quienes lo reciben son precisamente mujeres en un 65%. Las destinatarias del dinero enviado por ellas son sus madres, hermanas, hijas e hijos.
Las remesas que envían las mujeres son de menor monto que las de los hombres; eso se explica porque buena parte se ocupa en actividades de baja remuneración, sumado a la desigualdad salarial a la que se enfrentan; también es mayor la proporción de mujeres que estudian y emprenden negocios.
La ONU considera que un 75% de las remesas se gastan en necesidades inmediatas de las familias receptoras. Durante la pandemia, el dinero recibido fue fundamental para que miles de hogares sobrevivieran a la crisis económica por la pérdida de ingresos y el desempleo.
Les debemos tanto a nuestras y nuestros migrantes que debe existir una política pública binacional para respaldarlos, reconocerlos y visibilizar sus aportes. Específicamente, considerar la inserción productiva, laboral e inclusión financiera de aquellas que reciben remesas aquí, y dotar de documentos oficiales en la red consular en Estados Unidos a quienes no cuenten con papeles que les facilite su ingreso a un empleo o a una institución educativa allá.