Reunirse y escuchar / Eduardo Torres Alonso

Como casi cualquier actividad humana, el desarrollo científico y humanístico requiere del encuentro con otras personas que, practicantes o no de esas disciplinas, escuchen y comenten sobre lo que otros están haciendo. De otra forma, es poco probable que quien o quienes generen conocimiento tengan éxito en su compartición y que no encuentren, en su totalidad, las omisiones, sesgos u oportunidades de sus trabajos.

Por ello, las reuniones de comunidades dedicadas a las ciencias, las humanidades y las artes es tan importante. No sólo por el lado humano del encuentro, la socialización y los afectos, sino para conocer qué están haciendo quienes trabajan en distintas regiones, en diferentes idiomas y con teorías o conceptos que pueden no ser tan conocidos en los las instituciones “centrales”.

Comento lo anterior a propósito de la celebración del IX Congreso Nacional de Ciencias Sociales, convocado por el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales, A. C. (COMECSO), y celebrado en la Ciudad de México, con el auspicio de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre el 8 y 12 abril pasado.

El tema central al que se dedicó este congreso fue “Las ciencias sociales y los retos para la democracia mexicana”. El ejercicio científico, en cualquiera de sus campos y ramas, requiere libertad. Libertad para investigar, preguntar, indagar, proponer, refutar y generar controversia. Por ello, pensar la relación entre ciencias sociales y democracia es pertinente.

Son conocidas las experiencias del uso de academias y grupos de investigación para legitimar atrocidades, justificar decisiones y excluir a sectores que no comparten el dogma imperante. La ciencia al servicio del poder se desvirtúa. Si bien es claro que la objetividad total es difícil de alcanzar, también lo es que la manipulación de cifras, realidades y argumentos es posible para producir un tipo de discurso académico y científico.

La reunión del COMECSO, con sus más de mil ponencias, puso algunos de los puntos sobre las íes en aspectos como la resiliencia democrática, el auge de las autocracias, la ciudadanía, la cultura política, las violencias, el desmantelamiento institucional, entre otros. Esto no quiere decir que las personas que expusieron coincidieran. Nada más alejado de la realidad. Una de las peculiaridades del trabajo académico es el disenso.

Quienes están los laboratorios, aulas y cubículos tienen una responsabilidad social no sólo con sus propias comunidades epistémicas, sino con la sociedad en general al ser ellas y ellos que, al disponer y dominar un conjunto de conocimientos especializados, pueden elevar el debate público y contribuir a la solución de los problemas. Esto no quiere decir que las científicas y los científicos tengan que resolver los problemas públicos, eso es tarea de las autoridades, pero sí pueden orientar la discusión y la acción pública. Ellas y ellos son, a la vez, ciudadanos que están a merced de las buenas, malas o pésimas decisiones gubernamentales.

La existencia de comunidades científicas actuantes, responsables y solidarias ayuda a mejorar la condición de vida de la población. No se trata de discusiones –que las hay– en núcleos cerrados o con lenguajes ininteligibles, sino de que lo se piensa y escribe permita comprender mejor lo que ocurre, ha sucedido o vendrá.

Ciencias sociales, democracia y libertad son una triada inseparable. COMECSO y sus distintos congresos son ejemplo de lo anterior.

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