Riesgo político / Eduardo Torres Alonso

El año 2024 será política y electoralmente muy activo para muchos países. En más de 60 países se celebrarán procesos electorales para renovar cargos públicos. Se espera que alrededor de 2,000 millones de ciudadanos concurran a las urnas a depositar su voluntad. Por ello, conocer las condiciones de gobernabilidad, estabilidad, riesgo y conflictividad es necesario.

Al respecto, el Índice Riesgo Político América Latina brinda información sobre distintos aspectos que, en la región latinoamericana –atravesada por desigualdades y problemas políticos al interior y entre países–, afectan las instituciones y a la sociedad.

Para Jorge Sahd K., Daniel Zovatto y Diego Rojas, editores del informe, son diez los riesgos que existen en América Latina: 1. Inseguridad, crimen organizado y narcotráfico; 2. Aumento de corrupción e impunidad; 3. Desafección democrática. Avance del populismo y autoritarismo; 4. Gobernabilidad bajo presión y rápida perdida de apoyo a mandatarios; 5. Aumento de flujos migratorios; 6. Radicalización de las protestas sociales; 7. Inestabilidad internacional; 8. Deterioro del clima de negocios; 9. Impacto de la tecnología en la política, y 10. Vulnerabilidad frente al cambio climático.

El 2024 será, no cabe duda de ello, un año complejo e intenso, considerando las circunstancias pretéritas iniciadas en 2021 cuando inició el “superciclo” electoral y que concluirá este año. En este tiempo se habrá de reconfigurar el mapa político regional (se habrán celebrado seis elecciones presidenciales y otras tantas para renovar los poderes legislativos y las autoridades subnacionales).

La denominada “ola rosa”, periodo en el cual ascendieron al poder partidos y candidatos de izquierda, ha llegado a su fin con los triunfos de expresiones políticas de centro, centro-derecha y derecha. Las distintas formas de ver y entender los problemas y sus soluciones conviven en un subcontinente que en 2023 tuvo un crecimiento insuficiente (2.2 por ciento del PIB) y que cerrará el 2024, de acuerdo con las proyecciones, con una caída de 1.9 por ciento del PIB, ubicando al PIB per cápita en la misma cifra que hace 11 años. El crecimiento es, en palabras de Sahd, Zovatto y Rojas, anémico, pero hay esperanzas, siempre que se aprovechen de forma estratégica y con visión de Estado: nearshoring, agro-industria, energías limpias, minerales estratégicos y servicios digitales.

El decálogo de riesgos nacionales es traducción de lo que a diario los habitantes de la región sufren: violencia, incertidumbre, miedo. En las grandes urbes como en los poblados más alejados la presencia del crimen es notoria, la corrupción es cotidiana y el enojo con la democracia es patente.

¿Hacia dónde ir?, ¿qué hacer?, ¿por quién votar?, ¿a quién apoyar? Parece que todavía se puede hacer algo aún en medio de los nubarrones de la desesperanza, pero no solamente se requiere ni es suficiente la voluntad individual, se necesita un liderazgo político (en) serio, que deje a un lado la política de la mercadotecnia, la de las frases pegajosas, la de las acciones espectaculares, pero con impactos reales reducidos.

La frustración campea los hogares, pero ahí también habita la resiliencia y el esfuerzo por no caer en el abismo.

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