Risoterapia, historias de caritas felices y narices rojas

Seguros de que un corazón vacío no puede dar paz y amor, estos payasos han aprendido a secarse las lágrimas, suministrarse alegría y sanar el corazón de pacientes y familiares que esperan el alta en una fría sala de hospital

Elizabeth Marina/Portavoz

[dropcap]C[/dropcap]on una simple sonrisa, el alma se cura y la alegría se contagia. Entre bromas, juegos, batas blancas y narices rojas, las salas de los hospitales se llenan de colores y hacen latir más fuerte el corazón. Payasos de todas las edades llevan entre sus manos un arma letal: amor a niños y niñas enfermos en el estado.
La felicidad se dibuja en el rostro de cientos de voluntarios que se ponen la coraza de la valentía, y de cama en cama brindan dosis de sonrisas a doctores y enfermeras para que sigan siendo los súper héroes y heroínas de pequeños que día a día luchan por persistir en este mundo.
Los lazos de amistad creados por estos casi nueve años, son muestra del amor y la bondad que caracterizan a la fundación Sonríe Chiapas, asociación civil, dedicada a sanar mediante la risoterapia a menores enfermos de Tapachula, Tuxtla Gutiérrez, Comitán, Palenque y San Cristóbal de Las Casas. Caracterizados de payasitos, este grupo de aproximadamente 150 voluntarios inyectan felicidad a pacientes y familiares que esperan un alta en una fría sala de hospital.
«No es fácil ver morir a un niño pero es asombroso hacerlo olvidar, incluso en sus últimos días, la maldad, el sufrimiento y todo el dolor que encontraron en el mundo», asegura Viridiana Morales, coordinadora de la asociación civil.
Durante tres días, los voluntarios abandonan al adulto que llevan dentro y se convierten en un «doitor de la risa», dispuesto a portar una enorme nariz roja, jugar, saltar, hacer actos de magia y ser —por un día—, el mejor amigo de un niño o niña que esté atravesando por un cuadro complicado de salud.
Seguros de que un corazón vacío no puede sanar, los ingenieros, licenciados, arquitectos, doctores, enfermeras y amas de casa que conforman el voluntariado, reciben un curso intensivo para ser preparados en psicología, métodos de limpieza y toda la herramienta necesaria para entrar a un hospital, pues el objetivo de estos payasos terapéuticos es minimizar el estrés de los pacientes y sus familias durante la hospitalización y tratamiento.

Recetas payasas

Amar es compartir y estos payasos de hospital comprenden a la perfección que el tiempo que dedican a estos niños y niñas es clave para que puedan desarrollar mecanismos de defensa como el control y aceptación.
En cada visita brindan trasplantes de nariz roja, recetas para reír y cajitas mágicas que dan al paciente el poder absoluto para hacer que el médico payaso haga todos los ridículos que se le ocurran. «Si nos dicen «rana», saltamos; los niños se divierten, juegan, pintan, dibujan contigo, sienten que son súper poderosos y eso hace que su recuperación se agilice».
Si un niño ríe, significa que —probablemente— empieza a sentirse mejor, es por esa razón que estos payasos son vistos como «sanadores», pues no tienen ninguna lógica ni su vestimenta, ni humor y están totalmente fuera de lugar en una habitación que poco a poco se convierte en un campo de juegos que invita al niño a salir y jugar.
El payaso terapéutico apoya al niño mezclando el juego, el humor y la amistad, aumentando además, la cooperación del paciente, reduciendo la ansiedad de los padres y disminuyendo la necesidad de sedación.

Dosis de amor

Niños tristes y papás desesperados impulsaron a Viridiana Morales a esta labor basada en la comprensión y la amistad. Sin conocer en absoluto de la risoterapia y a raíz de una complicación de salud de su padre, visitó un hospital preocupada por el malhumor y la tristeza que envolvía a todas las camas, principalmente la de los niños; decidió llevar globos para alegrarles el día, sin esperar que los resultados fueran tan satisfactorios, incluso logró que muchos de los niños que presentaban un cuadro de depresión mejoraran su actitud ante los tratamientos.
Fue así, como a los 21 años, echó a andar un proyecto cien por ciento chiapaneco que espera mover a estados como Tabasco, Oaxaca y Veracruz. «Este es un proyecto grande, inició con mucho amor y paciencia, ahora formamos parte de otros municipios y somos reconocidos a nivel estatal; espero muy pronto poder llevarlo a otras ciudades de la República».
Sin perder de vista la misión de llevar alegría a niños y niñas de hospitales, Sonríe Chiapas sigue a la espera de voluntariado que desee unirse a esta labor; no importa la profesión u ocupación, siempre y cuando sean mayores de edad, y tengan la voluntad de «ponerse el corazón en la nariz».
Además, es necesaria la disponibilidad de tiempo para hacer dos visitas mensuales a los hospitales, con una duración aproximada de dos horas.
No es una tarea sencilla y no cualquiera llega a ser un «doitor de la risa»; aproximadamente, la mitad de los que toman el curso de inducción no se queda; de acuerdo con la coordinadora de la asociación, mucho depende la impresión que ocasione en ellos la escena en la que se encuentran los niños y niñas de hospital, pues si bien, las salas blancas no son lugar para payasos, tampoco lo son para los niños.

Amor, amor

Las recompensas no tardaron en llegar a la vida de la joven fundadora, pues esta payasita de hospital vio recompensada su labor conociendo al amor de su vida en la séptima generación de «Sonríe Chiapas». Uno de los voluntarios terminó robando sonrisas e inyectando alegría a su propia vida y tras varios años de noviazgo, estos payasitos de hospital están a unos cuantos días de jurarse amor eterno.
«Su amor, es un amor correspondido; me brinda mucha paz y es una persona que me equilibra y hace que cada día sea una mejor persona; sin duda, él forma parte de las mejores recompensas de la fundación y aunque haya tenido que esperar siete generaciones para que esa nariz roja llegara a mí, ahora que la tengo no puedo pensar en nada más que atarla a la mía y seguir robando miles de sonrisas junto a él».
En pareja o con amigos, todos pueden formar parte de este movimiento social que logrado robar miles de sonrisas y ha dado esperanzas a niños, niñas, doctores y familiares de aquellos que, siendo tan pequeños deben enfrentar sentimientos como el miedo y la angustia.
Amor, amistad, respeto y cariño, son los valores que Sonríe Chiapas pone al servicio de la salud, y aunque trabajar con niños en etapa terminal puede significar un constante sube y baja de emociones, estos payasos han aprendido a secarse las lágrimas, inyectarse alegría y sanar el corazón.

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